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    A veces es mejor quedarse con la duda

    ana

    Nov 24, 2024

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    A veces es mejor quedarse con la duda
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    Durante mucho tiempo les aconsejé a mis amigas que, ante la duda, había que preguntar, que era mejor tener certezas antes que no saber qué pasa, que quedarse con la duda. "Por más doloroso que sea, siempre es mejor saber la verdad" era lo que yo les decía reiteradas veces y frente a distintas situaciones.

    Si el chico con el que te estás viendo empieza a contestarte cada 6 horas cuando están hablando, pregúntale qué le pasa; es mejor saber.

    Si tu novio está distante y te dice que no te puede ver porque está ocupado, pregúntale; no te quedes con la duda.

    Si tu amiga no te habla, pregúntale si está enojada; tenés que saber qué está pasando.

    Esas ideas estaban claras en mi cerebro: siempre preguntar, siempre saber, hasta que un día me tocó a mí.

    Hace un tiempo conocí a alguien y me ilusioné automáticamente. Creí que era el indicado, que había llegado mi momento, que éramos el uno para el otro, que me quería. Todo iba bien los primeros días, las primeras semanas. Me dijo que me quería, que quería estar conmigo, que cuando no me veía me extrañaba. Nos veíamos cada vez más seguido; incluso convivimos una semana entera. Todo estaba fluyendo a la perfección. Hasta que un día dejó de contestar. No hubo una pelea de por medio, no hubo un malentendido. Justo después de una semana entera juntos, dejó de contestar. Le escribí para tratar de seguir la conversación, pero simplemente dejó de responder. Fue como si se lo hubiese tragado la tierra, como si nunca hubiese existido.

    "Es que el problema es que, si me hubiese explicado, yo lo hubiese entendido", es una frase que repetí en cada conversación que tenía sobre el tema. Repetía una y otra vez que lo que me dolía no era su desaparición, sino el hecho de no saber por qué. Me molestaba la duda de no saber qué hice mal, en qué fallé, qué fue lo que no le gustó de mí. Cada vez que tocaba el tema, mis amigas me repetían que estaba en todo mi derecho a hablarle otra vez para preguntarle por qué, de exigir una explicación.

    Ahí fue cuando entendí que estaba equivocada: no siempre necesitamos saber el porqué de las cosas. Si bien las primeras semanas me torturaba con preguntas a las cuales jamás les conseguí una respuesta, me di cuenta de algo que me pasaba quizás inconscientemente. Yo tenía los medios para hablar con él, para preguntarle qué había pasado; tenía millones de formas de comunicación para aclarar todas mis dudas, y sin embargo no lo hice. Porque sabía que sus respuestas no me iban a dejar contenta; porque, si eran las que esperaba, no le iba a creer, y si eran las que yo imaginaba que podían ser (que había encontrado a alguien más y ya no quería verme), me iba a destrozar aún más el corazón. Porque nadie quiere ser rechazada tan de repente, menos si estás tan ilusionada como yo. Quizás tenía que vivir una experiencia como esta para darme cuenta de que a veces quedarse con la duda es una manera de protegerse, de sufrir un poco menos.

    A veces es mejor quedarse con la idea de que hay algunas cosas que no vamos a entender jamás porque no seríamos capaces de hacerlas, y eso habla de nosotras como personas. No siempre hay que sacarse la duda si esa duda te va a romper el corazón. No hay que buscarle respuestas a todas las preguntas; hay que entender que, a veces, no es necesario recibir una respuesta del otro lado. Soltarlo y avanzar.

    ana

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