Escribo, borro, pienso, releo.
Lloro, me fumo un cigarro
y el loop se convierte en condena.
Pensé tanto en qué dejar en estas líneas,
aunque sé que quizá nunca las leas.
Me guardás en ese rincón del resentimiento,
y no te culpo: fui yo quien no supo sostenernos.
Pero aún así, la sed me desespera,
ese deseo de volver aunque sea imposible.
Nuestro amor siempre fue reloj roto,
dos agujas desfasadas.
Cuando más me quisiste,
yo me caía en mi propio abismo,
intentando armar de nuevo pedazos rotos
que nunca encajaban.
Saltaba de diagnóstico en diagnóstico,
y no te supe querer como merecías, amor.
Hoy la ironía me atraviesa:
ya no me querés,
y yo recién ahora entiendo que sos lo único
que me arde en la piel.
Cruel es el amor,
con sus tiempos invertidos,
con su carcajada amarga.
Tengo mil razones, mil excusas,
pero sé que no buscás escucharme.
Ojalá un día me perdones,
aunque sea en silencio,
aunque nunca lo diga en voz alta.
Mientras tanto,
te sigo buscando en cada tema del pato,
en cada acorde que me deja sin aire.
Porque ahí estás, escondido,
entre un grito y una melodía,
como si la música supiera lo que yo ya no puedo decirte.
Y ahí, amor, sigo encontrándote.
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