...
Dices tú de los cipreses.
¿Los tardígrados creen en Dios?
Esos microscópicos seres, supervivientes a toda catástrofe terrestre a lo largo de eones, se abrazan, se dan cariño, parecen quererse.
Podrían vivir en el puro espacio vacío, de tan resistentes.
Llevan existiendo muchísimo más tiempo que los humanos, y ni una iglesia han construido.
¡Son tan majos!
Sin propósito de enmienda.
Si no me equivoco (que luego algún creyente se me ríe por llamar tronos a las andas. Así de torpes son algunos con su fe), este tiempo eclesiástico que se acerca y comenzó, más o menos, con el miércoles de ceniza, es, para los creyentes, momento de introversión, de revisión de uno mismo, de meditación, de silencio, ayuno, recogimiento y oscuridad. (No se rían, estoy escribiendo en serio). Es tiempo también de confesión. Obligación anual ineludible.
Quizás no sea ya necesario arrodillarse delante de la rejilla del confesionario y contarle al sacerdote, en íntimo interludio, lo que uno no cuenta a nadie, pero ese sincerarse va con el tiempo de pasión y sacrificio que supuestamente es la Semana Santa.
De mi infancia ese recuerdo de hacer cola para cumplir con la cuestión. El repaso de lo que iba a decir y los nervios ante un momento tan delicado. Era una suerte no tener malos pecados: "He dicho palabrotas. He desobedecido a mi madre. A veces no hago los deberes". "Tres avemarías y un padre nuestro. Vete en paz y no peques más".
Supongo que tras más de cuarenta años fuera del redil, ando ya en pecado mortal, pero, más demencial que no comulgar, me parece la enorme hipocresía de todo lo que se hace durante estos días.
Y es que, a los curas no les gusta esa Semana Mayor. Mucho trabajo. Viven más tranquilos cuanta menos es su función. Parecido será será lo del rey y las recepciones y los desfiles. ¡Qué tostón! Y además ninguna de esas cosas sirven para nada.
¿Sabe alguien cuánto dinero manejan los arzobispados?
La Iglesia tiene acciones en muchas empresas del IBEX. Tiene muchas propiedades. Le gusta al clero el negocio inmobiliario. No paga impuestos. Es un negocio redondo que no puede quebrar salvo que se les quite el privilegio en el que se mueven.
Y luego son penitentes (el Pueblo crédulo y de cumplimiento) quienes, gratis y con sacrificio, se ponen bajo las andas. Se joden la espalda por una fe de ocasión que a Dios, crean lo que crean, no le gusta nada. Lo que llevan encima, oros y telas ricas, desmesura y pretenciosidad, no le hace ninguna gracia a Jesús de Nazaret. Ostentación y riqueza contra humildad y pobreza.
¡Ay, Señor! Ni en eso dan en el clavo.
Dios no los perdone. A estas alturas, saben de sobra lo que hacen.
Y, en algún lado, leo este titular:
"Seminarios vacíos".
Parece ser que ya no nacen devociones, salvo en países muy pobres. Alguna relación habrá entre miseria, ignorancia y fe.
Sin curas la Iglesia, todo serán heridas y enfermedades sin sanar. Pecados sin perdonar. Los rezos, prescripción eclesiástica, sanan tanto...
Y los templos serán teatros, como hasta hoy, pero con más variedad en las obras. Quizás bares curiosos, como fue El Monaguillo en Zaragoza, o, eso me gustaría, bibliotecas con estanterías muy altas. O gimnasios o... lo que sea que se llamen los lugares donde hacen zumba.
Se acaban las devociones, tanto de feligreses como de directores espirituales. Quizás sea esa una de las pocas cosas positivas de la civilización.
Las parroquias, como los pueblos pequeños, son geriátricos en peligro de extinción.
Y Dios, tan solo.
Creo que, como yo, se lo ha ganado, por su desidia, por su abandono. Quizás, como yo, dejó un día de creer en la Humanidad.
Fracaso de Dios.
Recomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.
Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión