Respiró profundo y sintió como el pesado aire comenzaba a invadir lentamente todo su cuerpo.
Cerró sus ojos y con ello cerró también la ventana a la realidad, a la oscuridad y a las responsabilidades.
Respiró de nuevo y fue como si una lluvia liviana fuese apagando de apoco el fuego y el ardor que había en su interior, dándole paso a un viento fresco que le acariciaba desde sus adentros.
Sus oídos bloquearon el ruido estruendoso del exterior y los gritos desesperados de su interior, mientras su mente conectaba con los recuerdos de sonidos de árboles chocándose entre sí, producto de un viento recio de media mañana primaveral.
La rigidez ya no era parte de su seño, por el contrario, sus músculos dejaron de aprisionarle y conocieron la plenitud, fue entonces cuando se dejó caer permaneciendo en pie y sintió en su espalda un pasto frondoso que le abrazaba.
Un olor a tierra mojada invadió el ambiente en segundos, haciendo más fácil la oxigenación.
¿A que sabe la paz? ¡Literalmente a nada!, más bien se trata de masticar lento, como disfrutando del momento, para luego tragar con tranquilidad.
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