...
Puede que también lloren.
Hay pocos ricos en las cárceles. Y si los hay, están, seguro, bien cuidados.
No es que los ricos no roben, no es que no asesinen, no es que no conduzcan borrachos; lo hacen, y mucho más que los pobres, pero, entre su gremio se protegen, se cuidan, se chantajean, se extorsionan, se hacen desaparecer, se procuran eso de que parezca un accidente.
Jueces, jefes de policía (y sus mandados), abogados, directores de prisiones, senadores, diputados, presidentes de gobiernos, reyes, dueños de medios de información, mercenarios al servicio de todo buen pagador... Hay mucho personal trabajando para ese negociado.
Solo los pobres acaban en prisión.
Las cárceles son un negocio más. Se mueve mucho dinero en concesiones, comisiones, sobornos...
Nada hay en este mundo que no pueda comprarse, venderse, corromperse si hay dinero suficiente por medio.
Por eso no hay ricos en las cárceles, y si hay alguno, vive como en un hotel de lujo.
Y mientras sea el dinero quien gobierne el mundo, no habrá decencia en la cima y muy poca un poco más abajo. Quizás haya alguna donde la falda de la montaña empieza a besar el llano, pero solo mientras no llegue el dinero al prado.
Si hasta por un pedazo de tierra, lo justo para hacer una barbacoa, es capaz de deshonrarse un pringado (o dos).
Todo apesta si uno no se tapa la nariz.
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