Estaba ahí…temblando como una hoja, la presión se torna asfixiante, te oprime el pecho, el zumbido en los oídos se vuelve insoportable. Peor que el torno del dentista segundos antes de un tratamiento que se siente como si quisieran acabar con tu boca, en algo más parecido a una tortura china milenaria, que a un paliativo de la ciencia moderna. Con las manos frías y el temple titubeante de un señor, cuyo Parkinson avanzado, se hace presente devorando cada centímetro de la firmeza y solidez con la que solía andar por la vida. Te abrís camino entre tus propios miedos. Con ese nudo en la garganta, con esas mariposas en el estómago propias del vivir intensamente. Con las dudas e incertezas batallando contra la presunta seguridad -de la que siempre hiciste gala frente a los débiles- extinguida minutos antes de sigilar el ultimo cierre de la mochila. El clic del mismo, se transforma en casi una metáfora del enésimo reseteo al cual estas por someter a tu vida. El miedo coqueteando con el vacío y la mirada desenfocada de tanto soñar e imaginar. La percepción de las cosas se ve notablemente afectada, distorsionada, el peligro acecha y al mismo tiempo te cautiva. No sabría describir esos instantes previos, quizá porque nunca salte en paracaídas, pero imagino que debe ser similar. Esa fracción de segundo en la cual te preguntas a vos mismo si lo estás haciendo todo mal y pones en duda hasta tu más ferviente creencia y sólida realidad. El corazón bombea más fuerte, sentís viajar a la sangre por tus venas conduciendo el torrente a un ritmo frenético y la pulsión vital se hace presente más que nunca, estas ahí. A nada de cambiarlo todo, y a todo de perder nada más y nada menos, que lo que construiste. Con la razón y el sentir en una tensión constante parecida a la de Trump con Putin decidís noquear a los fantasmas e ir por más. Te mostras seguro, confiado, tu entorno cree que lo podes todo. Vos en realidad sabes que no es tan así, por dentro solo fingís y utilizas esa falsa convicción como instrumento de auto persuasión y convencimiento, muchas veces más poderoso y eficaz de lo que creías; Otras sin otra función que la de un placebo barato. Así estaba, me sentía un rompecabezas para armar o una bomba a punto de estallar. En constante involución disfrazada de desafíos cumplidos, hazañas frustradas y proezas sin lograr con aparente suceso. En una fracción de segundo todo puede cambiar. Mientras tanto, conversas a cara lavada con tu alma, discutís con tu experiencia, ninguneas a tu ego y le pedís ayuda al tipo de persona que nunca fuiste. Te encomendas al destino. Abrazando con miedo a tu versión adolescente mas audaz . Repasando posibles consecuencias. Planteando escenarios e hipótesis absurdas bajo condiciones aun mas irrisorias. Hasta que te das cuenta que nada de eso tiene sentido. Volves a foja cero. Solo que ya no hay margen, estas a punto de saltar.
Cuatro continentes, sesenta y ocho países, vidas asimétricas, absolutamente diferentes aunque todas atravesadas por una curiosidad irreprimible, fueron siempre sede temporal de una historia inconclusa. Distintas culturas, climas, continentes diametralmente opuestos, un abismo temporal y vos conectando piezas. Unas cuantas historias y cicatrices más tarde, crees que sos el mismo, pero hace rato dejaste de serlo. No acabas de entender si te rehusas a aceptarlo o simplemente te estas dando cuenta ahora que te encontras a vos mismo transformando sensaciones en palabras amontonadas en un texto casi tan confuso como terapéutico y rehabilitador. Cuando miras atrás, encontras adaptación permanente, los lugares te moldearon, las circunstancias también. Cada uno encierra fábulas y secretos que jamás podrías olvidar. Te enseñaron demasiado, ellos y sus habitantes. Guardas recuerdos para siempre. Mínimos, frágiles, volátiles, pasajeros, livianos y otros de los que dejan una huella indeleble y te marcan a fuego, aún cuando no lo hubieses deseado. Encontraste personas únicas, que te hicieron vivir momentos especiales. Compartiste mucho. Explorar e investigar siempre fueron parte del juego que no queres que se termine jamas aunque -a veces- elijas hacerte el distraido. Así que decidís ir por más. Si te sumergís en él, puede que la fantasía prevalezca y siquiera te des cuenta que en algún lado, a la vuelta de la esquina, podría estar llegando el final, incierto y repleto de dudas propias camufladas en formato de misterio ancestral. Desarmas el camino. Revisas el plan, te dejas llevar por tu instinto, capaz de percibir las señales que antes huían al radar. Aunque este último, siga siendo absolutamente incompetente a la hora de conformarse con lo que te depara la primera mano de cartas sin marcar. Así que pedís una más. Doblas la apuesta, mitigas a la angustia, callas a las voces detractoras interiores, apagas los sensores de geolocalización que tienden a resguardarte, llevándote siempre al mismo lugar seguro, y pones a las ganas de extrañar en modo avión por un rato, las comodidades en pausa y celebras la motivación en la búsqueda constante de desafíos que te lleven a lugares desconocidos. Al fin de cuentas, partir hacia tierras Maoríes no deja de ser un descubrimiento en sí mismo, un salto al vacío. Como ese día en el que lo hiciste por primera vez y tu vida cambio para siempre, con mas experiencia, menos juventud, pero rebozando energía, potenciada por las sensaciones mágicas e intactas propias de ese momento tan particular, en el que solo suspiras, a punto de saltar.
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