El salmo de Anselmo el del ensalmo.
'Los justos son el azafrán del mundo. Los malvados son la tormenta que no cesa.
Sea buena la suerte de aquellos que jamás se ocupan de los asuntos ajenos. Sean afortunados quienes de lo suyo cuidan. Sean benditos quienes en su cueva descansan.'
Al son del salterio, Anselmo asesinaba sus salmos como ensalmo para el embalsamamiento. Su oficio se prestaba a eso.
"Tanatopractólogo. Espero que nunca a su servicio".
Así rezaba su tarjeta de presentación.
Vestía levita. Evitaba levitar salvo en leves ocasiones elevadas.
Yo lo conocía de vista.
En la incineradora uno solo ve desgracias y desgraciados.
Anselmo recitaba:
'Dichosos quienes tienen la dichosa dicha de poder decir ante el hacedor de la Palabra.
Sea bueno el postrer viaje que de viejo se hace.
Que las llamas purifiquen la impureza del alma que un día fue pura y que hoy ya no tiene cura.
A mi señal, ira y fuego.'
Y luego se iba a tomar algo.
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