a mano alzada (sobre ellos)

¿te acuerdas de esa tarde de amor a persianas cerradas? cuando tu cuerpo de verdad reemplazó al sol y no podíamos creerlo. tu piel era demasiado pálida para guardar la luz; eras translúcida. y el dermografismo tan nativo de tu ser resquebrajaría la superficie de tu vientre cuando los rayos intentaran deslizarse por encima pero lo intentamos. físicamente no era posible pero espiritualmente lo logramos. tomamos a manos acunadas un charquito de sol y lo guardamos en tu ombligo, a la distancia y sin testigos; y así yo quería beber.

no sé ni qué hicimos, si es que lo hicimos*. pero cuando un acto tan noble se consumió y con él nos abatió a nosotros también, cuando comimos y reímos en una cotidianidad que no nos pertenecía y nos era arrebatada, preví mi actualidad. en silencio me imaginé los bordes de mi futuro y ya no estabas; todo el amor se había agotado. se me había escurrido del cuerpo por las venas y por los oídos. en mi visión, ya todo te lo había dado. te lo había servido en cáliz de nácar y te lo habías bebido a sorbos muy, muy tardados, con una pachorra que ingenuamente proclamaría un siempre.

resulta que el amor expira al par de años. ahora soy una vasija demasiado vacía para mi gusto, seca por dentro y sin nada nuevo que dar. y tú ya no estás, no te puedo ver brillar con la luz que te inyecté esa irreal tarde de amor a persianas cerradas.