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A la espera de algo

Abr 3, 2025

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Quiero pensar en un principio propio. Trato de encontrar un punto exacto para construir mi propio relato. Para contarles alguna verdad, si es que la verdad a esta altura importa. Buscar el origen del miedo, de la escritura, del amor, de cualquier cosa… y siempre vuelvo al libro Yo estuve en ese lugar que no conozco, de Selva Casal: perdón por mi dulzura/ por no haber empuñado ni fusiles/ ni garras.

Creo que tiene que ver con mi ambición de contar cosas que valgan la pena. Es una costumbre un poco odiosa que tengo, esa de poner todo en la balanza de lo importante. Contar cosas cosas cosas cosas que importen. Que importen importen importen importen. Algunas de esas podrían ser las recomendaciones de la película Bosco, de Alicia Cano Menoni y del libro Monchi Mesa de Marina Cross. Podría haberles contado sobre ella, sobre sus pensamientos y su brillantez. Quizá sobre la forma en que le emocionaba cualquier nimiedad, el brillo de los ojos que anunciaba un descubrimiento.

Pienso en qué hermoso y qué horrible puede ser a veces el mundo. También pienso que estuve estos meses esperando un acontecimiento extraordinario, y ni las lunas, ni los eclipses, ni los equinoccios, ni las hogueras de San Juan, ni la necesidad de contar mi incapacidad recurrente para escribir, me suscitaron el deseo de aparecer en su buzón con una nueva carta, quizá la última, quizá porque ninguna última es verdaderamente la última porque si pudiéramos elegir el final simplemente no lo elegiríamos. Almenos yo no.

Y tengo ganas, como siempre, de leer. De que me cuenten cosas. De refugiarme en historias que no sean la mía y que se alejen lo más posible de ella.

Unos versos del inigualable José Watanabe: Otra vez es tiempo de ir a la montaña/ a buscar una cueva para hibernar. (…) He venido por enésima vez a fingir mi resurrección./ En este mundo pétreo/ nadie se alegrará con mi despertar. Estaré yo solo/ y me tocaré/ y si mi cuerpo sigue siendo la parte blanda de la montaña/ sabré/ que aún no soy la montaña.

Y unos de Idea Vilariño: Quemame dije/ y ordené quemame y llevo llevaré/ esa marca/ su marca.

Y unos últimos, lapidarios, tajantes de Juan Carlos Onetti: Tu futuro es sencillo/ te quemarán en el mundo/ otros cigarrillos.

Preferiría no hacerlo

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