La mitad de semana y la vorágine cotidiana son una combinación letal a la hora de romantizar el viaje.
Cuando era chica me apasionaba sentarme adelante en los colectivos, mirá la Panamericana y sus luces nocturnas: espejitos de colores que alucinan a una provinciana más. "Un bicho de Ciudad".
Pero, entre la preocupación de "cómo voy a pagar la luz de este mes" y "qué cocino cuando llegue", un aroma a (quizás) hortensias (o alguna flor) me inundó.
Ahí estabas, con una plantita en la mano que, con sus súper poderes, derribaba todo el olor al desgano, al cansancio, a la vuelta a casa.
El amor en tiempos de tecnología nos retrae. En mi mente te hablé y sería una de esas historias de gente que se conoce en el bondi. Qué trillado,¿No?
Teníamos un patio con miles de esas plantitas, el sol nos iluminaba mientras tomábamos mates y nos encantaba escuchar rock nacional, pero de los clásicos. Nos inundabamos de amor entre Sui Géneris, Spinetta, Charly y, quizás, un poco de Adele.
Los ojos marrones que demoré en mirar, emprendieron su salida de escena. Bajaste una parada antes de que mi loca imaginación me permita hablarte.
A vos, la chica del 60 con una plantita en la mano.
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