Quizás lo más real de la noche, sea la oscuridad.
Los colores, las imágenes, el movimiento, en fin, la luz no existe.
Los ojos no sirven, por más que trates de dilucidar siluetas en la penumbra, nada ves;
sólo el amparo de tus otros sentidos, se compadecen.
Pero también ellos te engañan.
Escuchas lo que escuchas, hueles lo que hueles,
nada es como cuando la luz lo invade.
El vello de tu piel, cada pelo tuyo un receptor,
sensaciones que no logras discernir.
Estrépitas explosiones sinápticas confundidas.
Es falso, lo sabes, lo que crees ver es falso,
aun así solo te engañas,
mientras tragas secos tragos con sabor a miedo.
Saliva amarga que raspa tu garganta.
Todo te engaña. Te desesperas.
¿Dónde fuiste luz tranquilizadora de alma?
Sólo quiero dormir.
¿Qué será? ¿Qué tengo?
Incongruentes sospechas hipocondríacas que anidan tumores falsos en mis pensamientos.
¿Por qué se dirá: "camina hacia la luz" al morir mismo?... ¿Qué?... ¡Maldita sea!
¿Por qué pienso ahora esto? Sólo quiero dormir.
Me aprisiono voluntariamente,
alter ego de rienda suelta
despierta ya al inconsciente estado destino del dormir.
Ladridos a lo lejos... ¿Qué será? ¿Qué ladran?
El terror te invade. ¡Pasos! La madera cruje.
Horas y horas en sólo minutos.
Tu sangre fluye, la escuchas.
Latidos al galope.
El alba viene, a salvarte,
aquella oscuridad más clara,
Pupilas grandes de ojos negros y ríos rojos.
Batallas de nunca victoria, solo derrotas.
El agotamiento gana, al fin te duermes.

Alejandro Diaz
Poeta mapuche del desgarro y la memoria. Canta con furia y ternura, entre cuerpos heridos y ancestros que danzan. Su verso arde entre el amor perdido y la raíz viva.
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