La ansiedad del aburrimiento lo llevaba a comer y tan grande era el poder de la comida en ese momento, que una tarde pasó por papas fritas, galletitas, una pizza, alfajores hasta caer rendido en el sillón para vivenciar en su mente un apocalipsis mundial donde pocos días no hubo que comer y ese día finalmente murió de aburrimiento.
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Soy Ivan. Y mi narrativa es tan pequeña que entra en un sobrecito de té.
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