La noche se asomaba, el sol lentamente se iba perdiendo con su tenue luz anaranjada del atardecer. A pesar de ser verano el clima era inusual ese día, no hacía calor, tampoco frío. Sin embargo Isadora podía sentir las gotas de sudor recorrer su cuerpo, sus manos completamente húmedas y heladas, la suave brisa del aire sobre su piel le provocaba escalofríos, sus dientes comenzaban a rechinar sin razón, luego de dos o tres rápidos golpeteos se detenían y de nuevo sentía el frío provocado por el choque de aire y humedad en las mangas de su remera blanca.
El sol finalmente se perdió. Isadora no quería que anochezca, para su suerte el tiempo corría tardíamente. Ella entró a casa de nuevo pensando mil cosas al mismo tiempo. Sintió que algo ocurriría ese día, precisamente esa noche. Y aunque solía tener esa sensación frecuentemente esta vez simplemente lo sabía.
Miraba la calle desde la vereda de mi casa, parada allí me sentía en el punto exacto, la coordenada perfecta. Desde allí visualizaba cuesta abajo una ancha calle que unía dos caminos, la unión culminaba justo en mi casa y daba al punto en el cual me encontraba posicionada.
El cielo perfectamente iluminado por las estrellas derramaba la luz de una enorme luna amarillenta justo en frente mío. Un sonido nada extraño, sin más repentino e inusual proveniente del cielo inundaba de curiosidad a toda la calle . En cierta medida yo sabía que era. Tenía una idea muy vaga de lo que ocurriría pero lo sabía, lo había estado esperando por años.
La gente empezaba a salir de sus casas. Desde su ventana se veían los niños de la casa del frente, pegados a los vidrios de la ventana dividida en cuatro pequeños rectángulos de cada lado, parecían pelearse por abrí el ventanal. Desde afuera sus padres les ordenaban mantenerse adentro y no salir pero ellos vencidos por la curiosidad empezaban a salir uno tras otro. De repente la calle se veía colmada de gente curiosa en ambas veredas. Sus rostros denotaban emoción, pero sobre todo miedo.
Isadora salió por la ventana guiada por un sonido acercándose paulatinamente el chirrido de un metal despidiendo aire caliente. Afuera, en el punto exacto flotaba en el aire un artefacto pequeño de metal gris de apariencia casi perfecta se mantenían a flote, uno en cada casa.
La gente discutía si eran satélites o drones . De todas maneras se encontraban lo suficientemente abajo, alcanzarlos parecía fácil pero cada vez que alguien se acercaba a uno de ellos un sensor de movimiento provocaba que el objeto se alejara esquivando las manos o alguna vara larga con la cual pretendían atraparlo o al menos tocarlo.
Solo uno bajó lo suficientemente cerca de la superficie, justo delante de Isadora.Todos corrieron hacia allí. Todos podían verlo de cerca. El objeto redondeado cuyo mecanismo era similar al de un dron tenía un color plateado opaco. En sus bordes redondeados tenía cuatro líneas que se dirigían al centro donde había una pequeña pantalla rectangular dividida en 5 pantallas aún más pequeñas mostrando imágenes de manera simultánea luego se apagaban por un momento y mostraban la hora en un reloj digital con números romanos.
Isadora se acercó lo suficiente como para atraparlo, los demás empezaron a caer uno a uno estrellándose contra las pequeñas piedritas del pavimento recién arreglado de la calle 36.
Estirando sus brazos y luego sus dedos lo alcanzó sin que pudiera romperse. Una diminuta cámara se acercó a su rostro articulando sus rápidos movimientos entrecortados girando sobre una alargada vara óptica que funcionaba como eje y le permitía moverse.
Isa lo tomó entre sus manos acercando sus ojos cada vez más a la lente de la cámara, lo volteo despacio y lo observó detenidamente. Las imágenes se vieron interferidas y el sonido de una radio mal sintonizada emergió de su interior, estaba demasiado caliente. La pantalla dejó de mostrar los cuadros simultáneos para transmitir una película de líneas blancas, negras y grisáceas verticales que se movían una tras otra entrecortándose antes de apagarse por completo dejando solo una pantalla negra y vacía.
Traté de observar y ver donde estaba la batería pero era inútil tendría que desarmarlo. Toqué todos los bordes con mi dedo pulgar hasta sentir una grieta casi imperceptible que se abrió luego de tocarla 5 veces, pude ver mi nombre y un código dentro, de inmediato supe que cada uno contaría con diferentes códigos asignados a cada persona. Nos observaban, sabían cada uno de nuestros movimientos. El mío solo contenía un código #A5X. Solo podía venir de un lugar.
Mi lugar.
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Teresa Isasmendi
Con los pies en las nubes y el corazón en la mano. Me arrullan los árboles y me hablan los pájaros 🌿 Escritora, actríz y cineasta
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