Mientras los pájaros vuelan y hablan entre árboles y un cielo azul de Abril, intento desenfocar tu imagen, viajar a través de tu piel y desglosar las muchas cosas que están acurrucadas en la esquina de tu ventana.
Cuando era pibita, gustaba de un niño de ojos verdes, Matías. Era el hijo de la directora del colegio y se sentaba a mi lado en cada clase. Cuando me miraba sentía que sólo existíamos nosotros en el aula (nunca le dije lo mucho que me gustaba la sensación de verlo todos los días, y saber cómo con tan poca edad, era tan culto y especial). Me conformaba con ver la creación de su mundillo de costado. Lo adoraba de una forma tan honesta e infantil y en mi diario lo describía como una persona de color verde, pero era un verde pastel, no cómo su intensos ojos que despertaban cada mañana.
Nunca entendí por qué lo asociaba con ese color, hasta que arranque a estudiar diseño y la poesía me perseguía sin prestarle atención. ¿Sabes? el color verde se asocia tal a cómo era M; inteligente, discreto, metódico. Y ahí lo entendí, por más de qué por muchos años fotografié a las personas en blanco y negro, los colores saludan desde los vértices.
¿Viste cuando pintas un cuadro y tienes que mezclar colores para crear otros y así seguir con tu obra? Puede que lo mismo ocurra con nosotros, es una creencia que abunda en mi. Más bien, es un regalo a mi niña interior que brillan sus ojos cuando Mamá la lleva a clases de arte.
Tal creencia tiene matices y es sencillamente linda; a cada persona le pertenece un color y cuando entra en tu vida, se combina con el tuyo. Mezclas lenguajes, energía, tiempo, amor, visiones. Lo que flasheo, es que se crean colores que no tenías en tu paleta y sin darte cuenta ya están en tu bastidor y se vuelven parte de ti.
El proceso del arte suele ser así, hay sincronía pero también contradicción. Y eso se refleja en el mezclador. Es fascinante cómo la textura mancha tus manos, cómo se esfuerza por cambiar de piel y cómo se sonroja con el proceso.
Tu color, rosa para mi.
Cuándo pienso en vos, fluye este color. Se esparce por tus pies descalzos y descansa ante tu sonrisa perfecta.
Era mi color preferido cuando leía cuentos de hadas. Sentía que estando cerca podía dormir sin necesidad de estar pendiente de los ruidos del fondo. Mis sábanas, mi primera cámara y mi alcancía eran de ese matiz.
En mi presente, creo que quiero comer algodones de azúcar a diario y terminar las noches de domingos entre frutillas y pétalos de agua.
Recomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.
Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión