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    Putez Retroactiva

    Nov 29, 2023

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    Putez Retroactiva
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    Eduardo lo descubrió tarde, pero bien dicen que mejor tarde que nunca; así que no se dio por vencido. Desde joven fue terco y cabeza dura, siempre luchando por sus ideales y sin dudar de alzar la voz cuando creía que era necesario hacerse oír. Participó activamente de muchísimas marchas, reclamos, paros, piquetes, sentadas, asaltos, golpes de estado, casamientos, divorcios, Bar Mitzvás, cumpleaños de 15, cumpleaños de 85 y velorios, muchos velorios.

    Eduardo se dio cuenta tarde de algo fundamental en su vida, pero no por eso se deprimió; al contrario, cuando cayó en cuenta activó y puso manos a la obra, como siempre. Siempre fue una persona proactiva y enérgica. Sus recién cumplidos 76 años no iban a ser una traba importante que sortear. Eduardo vivió cosas muy fuertes, me las ha contado: enviudó, perdió a su único hijo en un accidente de tránsito, fue asaltado en múltiples ocasiones, lo golpearon, lo secuestraron virtualmente una madrugada de agosto, le robaron su bicicleta en octubre y le negaron numerosos aguinaldos en diciembre. Eduardo es un sobreviviente por donde se lo mire, y eso no cambia por el solo hecho de haber cumplido 76 años. Eduardo sigue enérgico como siempre y se hace escuchar como nunca... créanme, es muy insistente.

    Mejor tarde que nunca, dicen. Eduardo escuchó esa frase hecha montones de veces en sus 76 años y nunca le prestó demasiada atención, hasta que descubrió esa parte de sí mismo que no se permitía explorar. Eduardo quiere recuperar el tiempo perdido... él no lo dice así, para él no hay tiempo perdido, sino invertido. Considera que en definitiva lo que sucedió es que invirtió sus 76 años de vida en otras cosas, en otros intereses; y ahora descubrió que tiene este interés en particular y quiere aprovecharlo al máximo, le quiere sacar leche, como quien dice. Eduardo sabe que está más cerca del arpa que de la guitarra, a veces cuando se va a dormir lo hace con un cierto temor a no despertar, es muy consciente de que las matemáticas no mienten, tiene menos días por delante que por detrás... muchos menos. Eduardo no es tonto, es viejo y tiene 76 años, pero no es tonto. Le cuesta oír un poco, camina algo rengo y tiene que usar lentes para ver de lejos, para ver de cerca, para ver a distancias medias, para ver en 3D y para sencillamente, ver.

    Eduardo se acercó con la mayor de las confianzas a la ventanilla del Banco Piano al que acude todos los meses a cobrar su efímera y anoréxica jubilación, pero esta vez pidió algo diferente a lo que pide todos los meses: agarró el dinero de la jubilación, obviamente... como ya mencioné anteriormente, Eduardo no es tonto, es viejo, tiene 76 años, es anciano, le cuesta bastante subir y bajar cada cordón de la vereda, le resulta trabajoso masticar carnes, pollos y embutidos, le genera problemas comer yogur y todo tipo de lácteos y le cuesta sobremanera entender cómo usar Facebook, pero no es tonto. Así que luego de agarrar el dinero que la cajera del banco le pasó por la ventanilla amablemente, la miró a los ojos y le pidió con toda amabilidad: “Quiero también mi putez retroactiva”. La chica se quedó mirándolo sin entender. Eduardo se explayó un poco y le explicó que se había dado cuenta hacía muy poco de que le gustaban los hombres, se dio cuenta de su homosexualidad recién a los 76 años; y como bien saben todos, mejor tarde que nunca; así que para aprovechar al máximo los beneficios de la homosexualidad quería su putez retroactiva de inmediato, así como había cobrado hace un par de años su jugoso bono retroactivo jubilatorio de $1800, quería su putez retroactiva y no iba a marcharse del banco sin ella. La cajera le pidió que por favor se retirase ya que había varias abuelas que empezaban a incomodarse y no conseguían abanicarse con la suficiente fuerza para desarderse; pero Eduardo no se dio por vencido, es muy terco y cabezadura, desde joven... me ha contado con lujo de detalles... créanme. Exigió a los gritos su putez retroactiva, exigió ver al gerente o al encargado de esa sucursal del Banco Piano. El gerente en cuestión soy yo. Eduardo pasó a mi oficina y le ofrecí un café, pero me dijo que no lo digería bien y que le iba a dar muchísimos gases, así que le ofrecí un té y aceptó. El té creo que igualmente le dio gases. Eduardo me pidió con firmeza y cierto amaneramiento su putez retroactiva, quería TODA la putez que la sociedad le había negado hace años. Había vivido, y cito textualmente sus palabras: “una vida sin aprovechar los beneficios del club homosexual”. No sé bien a qué beneficios se refería el señor Eduardo, pero me rompió el corazón, más gritaba y más se me partía el corazón, era como ver a Pepito Cibrián defendiendo su derecho a la adopción, fue realmente conmovedor ver ese ímpetu y esas ganas... quisiera tener esas ganas por algo... por cualquier cosa. Me sentí identificado en muchos niveles, incluso en eso de no poder digerir bien el café y de los gases. Su pedido me partió el alma en mil pedazos, así que hice lo que hubiese hecho cualquiera: le pasé el número de línea de mi abuelo, que todavía no es gay, pero que tal vez quien sabe… capaz se quiere sumar al club y pasa hermosas tardes con Eduardo, tomando té, criticando adolescentes, jugando al dominó, regando plantas varias, intentando mandar audios por WhatsApp, leyendo diarios de papel. Eduardo se quedó muy contento cuando le dije que no podía darle ningún tipo de documento oficial de putez retroactiva pero que a cambio le podía brindar el número de mi abuelo. Me pidió ver una foto de él y cuando se la mostré dijo que era muy buen mozo. Usó esa expresión. Me pareció tierno; lo que terminó de convencerlo fue cuando le conté que mi abuelo es campeón de bochas, tiene una copa que se ganó en el Club de Leones de Villa Martelli y todo. Eduardo se excitó mucho cuando se enteró de eso, creo que a él también le apasionan las bochas. Pienso que pueden llevarse muy bien, no sé si la relación entre ellos va a prosperar o no de manera romántica, pero me encantaría que sí; me encantaría verlos juntos acá en el banco, esperando para saludarme, haciendo juntos la cola.

    A todos los que crean que ya es muy tarde para cobrar su putez retroactiva de años y años, sepan que sí, es cierto lo que dicen: más vale tarde que nunca. Hagan como Eduardo, hagan valer sus derechos y busquen lo que les haga felices... jamás es tarde para eso.

    Gonzalo J. Moreno

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