La fuerza del amor en su corazón, en una noche estrellada, en la que sólo existía la magia de su gran amor.
—¡Mira esto, amor mio! —exclamó él, corriendo, sonriendo divertido, mientras encendía una fogata—. Esta noche prepararé una cena deliciosa para ti. Ya lo verás.
Él sonreía, mientras cocinaba unos pescados que había logrado conseguir hacía instantes y ella estaba loca y perdidamente enamorada de él, de su felicidad y de su profundo amor.
Él la tomó, entonces de las manos y la miró a los ojos detenidamente. Se podia ver en el reflejo de su mirada, la intensidad del brillo de su amor. Ambos sonrieron dulcemente y a su alrededor comenzaron a brotar rosas rojas que decoraban el paisaje.
—¡Espera aquí! —enunció él, soltando todo aquello que tenía en sus manos—. ¡Ahora cierra tus ojos porque antes de la cena he preparado algo muy especial para ti! Amor mío, que la llama de nuestro amor te entregue a la inmensidad de la luna que hoy nos acompaña, porque tú eres como ella, aquí presente, radiante e increíble, iluminada en esencia y perfecta en palabras de amor. ¡Ahora, abre tus ojos, amada mía!
Ella abrió sus ojos y comenzó a sentir el latir desmesurado de su corazón enamorado. Allí estaba él, al lado de la fogata, con su ser, cuya existencia se asemejaba a la magia maravillosa del día y la noche.
—He traído ante tí este ramo de rosas porque su belleza y sus hermosos pétalos me recuerdan a ti, a tus miradas, a tus abrazos, a tu lenguaje de amor. ¡Gracias a las estrellas! ¡Cuán hermosa eres, amor mío de mi vida!
Ella sentía cómo sus mejillas se coloreaban por las cosquillas del amor que estaba sintiendo y por el calor del fuego. Podía describir cómo de sus ojos nacían suaves lágrimas de emoción y felicidad.
—¡Bendito amor! ¡Gracias a la luna, amor mío! —respondió ella, sonriendo, elevando su voz para que en toda la lejanía del lugar en el que se encontraban, ella hiciera cierto eco.
Ambos reían, mientras caminaban hacia la fogata para cenar, tomados de las manos. Ella sonrió una vez más, él la acompañó hacia un pequeño banquito de madera y se sentó a su lado. Ella tomó su ramo de rosas y acarició la mejilla de su enamorado. Él cerró suavemente sus ojos, entregándose al susurro inmediato de la paz indescriptible que sólo sentía a su lado.
—¡Mira amor mío, están floreciendo nuevas rosas! —señaló ella, sonriendo, haciendo una breve pausa— Y tú, tu me recuerdas a este cielo porque... Porque si observas bien, verás cómo el sol ha dado lugar a la luna, en el horizonte colorido, formando una unión perfecta entre el atardecer y las estrellas. Tú, amor eterno de los cielos, eres eso, eres mi sol en el camino y mi luz por las noches, amado mío de mi corazón.
En el silencio mismo de la noche, sus miradas se encontraron una vez más. Un sol, un amor y unas inolvidables estrellas de infinito romance y de profundo y eterno amor.
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Comprar un cafecitoAgus Chiera ✨🌹
Escritora del género romántico. Autora de "La sombra de Carolina" y de "Carolina. Sol ardiente del desierto". Amor por los relatos cortos de romance 😍❤️
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