5/De Cómo Conrad dio un espectáculo.
- Ve y diviértete. No tienes que pasar todas tus horas ahí sentado mirándome trabajar.-
- Escribir es su trabajo, mirarla es el mío.-
- No permanentemente.-
- Hoy se sentó a las diez y media de la mañana y son las doce y media de la noche.-
- ...- esos silencios, de cuando logro hacerla pausarse, acompañado con el silencio en su incansable quilla, están empezando a saber a victoria.- Vamos a establecer horas para que pasees y te diviertas algo. No permitiré que se diga que logré que un "sacerdote de Tyr" enloqueció de aburrimiento a mi servicio.-
- Tenemos fama de aburridos, no?- le digo: su énfasis me ha hecho sonreír.- Mis necesidades de paseo y diversión son tan básicas como las suyas. Si cree que es tan necesario mandarme a tomar el fresco, lo mismo corre para usted. Kelvyn estaba ensalzando las virtudes de una nueva tienda de dulces, hoy...-
- Son buenas noticias que se abran nuevas tiendas. En el mes que ha pasado, se han abierto once en la ciudad y una en las afueras.- me dice con una satisfacción que no le había visto antes. Ha dejado de cubrirse el cabello en mi presencia: es muy largo y lacio, y se ve sano, a pesar de ser de un gris aún más claro que el mío. Para que incluso las raíces sean del mismo tono, la cantidad de magia que debe haberle pegado no fue poca: el mío tomó mis tres años de enseñanza y tres de sacerdote viajero en ejercicio. Sus cejas son finas y son vagamente color ciervo: las mías eran negras, pero hasta ellas se han tintado de gris con los años y suficientes conjuros.
Por lo menos, a pesar del saquito de huesos y el pelo gris, lo demás se ve sano. No se ve que se me vaya a morir inmediatamente, pero si estoy asignado a cuidarla, pues al sol y al aire, que no es un hongo.
- Pues vamos a visitarla. Eso no cabe en sus funciones?- le digo. Es un flechazo a ciegas. Pero tengo la sospecha que esta mujer hace bastante más por el rey que escribir cartas, y claramente, no es sexo.
Ella se ve dubitativa, pero sonríe para sí antes de retomar su quilla.- Creo que oí de una tienda de Tindalilly. Me gustaría darle una mirada, sí…-
No se fue a dormir hasta las dos. El día siguiente, me echó a la hora que se regresó de hablar con el rey, aunque me ofrecí a llevarla a la ciudad: Dorcas no me esperaba hasta las nueve en sus habitaciones, pero aproveché de darme un repaso y asomarme a la corte. El rey no es tan exagerado como había leído sobre los reyes de la Epoca Dorada de la Magia: no hay grandes lámparas de oro, antiguas armas, nada tan ostentoso en las paredes. Sólo unos bellos tapices de colores vivos, uno o dos buenos cuadros, y en la pared del salón del trono, que es más bien una sala de reuniones, un inmenso trabajo en telar mostrando la península en nudos de seda. Es mucho más hermoso que ningún mapa en pergamino: se ven todos los condados, sus capitales, las ciudades, las casas de adoración, los bosques en seda verde, los puertos en azul. Leyfangle está marcado con unas piedritas grises lisas anudadas en la seda: me hace sonreír que seamos granito, la piedra más corriente y más dura.
Hay granos de trigo barnizado en los campos de Jion, y diminutos pececitos tallados en concha tornasolada en las costas de Degan. Qué trabajo tan bello. Es una forma de decir que el rey aprecia el arte y el trabajo por sobre el lujo, y me gusta.
- Me alegra verlo en la corte, Cler Conrad.- me dice una voz segura, y a mi lado se queda de pie el mismísimo Elliot D’Arzach. Tiene el mismo perfil de su hermana, pero ciertamente no es un saco de huesos: tiene la postura de un tipo que sabe de qué extremo agarrar un arma, aunque sea el más famoso de los estadistas del rey. Dicen que es implacable, y el único que logró darle un soségate a Jermaine en los Años Inquietos: ahora caigo que no habrá tenido ni veinte años.- Que Ellie no lo acapare. Sé que el rey le ha dado la misión de cuidarla, pero realmente, puede dejar un guardia a la puerta y salir cuando lo desee.-
- Lo haré, cuando lo desee.- le digo, obedientemente, pero creo que capta el retintín en mi voz.
Elliot se ve un momento algo desconcertado, como si esperara preguntas o que le dijera algo más: pero no tengo más que decirle a este gran hombre. Supongo que estará un poco harto de gente adulándolo, y no es mi trabajo.
- Se han preparado habitaciones para usted y sus escuderos en nuestra casa de ciudad y en el estado en el campo. Tomaremos el receso de primavera en Haender, pero tradicionalmente, cuando el rey sale al Camino de Verano, me voy con él y Ellie se queda en el estado. Tendrá dos meses sin preocupaciones, así que si quiere volver a su abadía o viajar también…-
- Le agradezco las habitaciones. Me quedaré.-
Lo he desconcertado de nuevo.
- Si tiene algún problema con Ellie o con la tesorería o…- Elliot parece buscar algo más que decir: seguro no se imagina en qué más alguien como yo puede tener problemas.- O la armería o… bueno, no dude en recurrir a mí. Es a mi casa a la que está sirviendo. Y puedo razonar con Ellie cuando…- deja la frase en el aire, pero hace una mueca.
- La Dama es muy razonable.- digo tranquilamente. Elliot levanta las cejas en sarcasmo antes de irse, pero se ve sorprendido.
- Pues… celebro que se estén llevando bien…-
No es el primero que parece haber esperado que Ellyse me pusiera puerta afuera o que yo me largara. Tengo un montón de preguntas pero no es apropiado que fuera con chismes a su hermano, y por eso me apresuro a la cena de Dorcas, aunque Lucien ya me dijo que la puntualidad es un término muy laxo aquí. No importa. El tipo estudió con nosotros, sabe que si me citó a las nueve, a las nueve estaré en su puerta.
Me abrió poniéndose los pantalones, sí, pero tenía cerveza y pan, y pronto le trajeron la cena, francamente opípara. Dorcas se ve que disfruta la vida: en su sala, que no era pequeña, su armadura de guardia está en el lugar de honor reluciente como vidrio, su manto a la vista, y aunque la sala es algo más ostentosa con curiosidades de sus viajes de lo que a mí me gustaría, se nota que vive bien.
Sobre todo porque sobre la mesa rodeada de sitiales en una esquina, veo unos broches de pelo de mujer.
Dedica una media hora a preguntarme por la abadía, asombrarse que el Maestre Corwin aún no se haya muerto, y rememorar algunas de las travesuras que hicieron al fin que lo enviaran de regreso a su casa, con notoria nostalgia. A mí me daría vergüenza recordar mi expulsión como una barrabasada de muchacho, pero Dorcas se ríe con la boca llena y finalmente cuando está sopeando la grasa de su plato con el pan, me dice:
- Yo no estaba hecho para obedecer y vivir pobre, es una tontería, los hombres necesitamos estímulo, cosas que hacer, aventuras… no tengo idea cómo soportas. Eras divertido de chico. Me volvería loco en la abadía. O cuidando a Ellyse, de paso. No sé cómo aguantas, Conrad.-
Tomo otra cucharada de guiso, que ha despreciado y está muy bueno.- es un trabajo tranquilo.-
- Es como ver el yeso secar. Esa mujer debería haber sido sacerdotisa de Syrlaine o algo así, Elliot trató en un tiempo de mandarla a un convento, sería mucho más feliz encerradita allá…-
Le levanto una ceja. Los sacerdotes de Tyr no aprobamos mucho esos monasterios cerrados. Dicen que algunas son felices, pero la costumbre de enviar a chicas nobles problemáticas a ser rapadas y encerradas de por vida nunca me ha sonado como un ambiente muy simpático donde vivir, máxime a oscuras.
- Pero si parece que le es muy útil al rey.- comento, a lo que Dorcas rueda los ojos.
- Si llamas traspasar cosas en letra bonita… siempre he pensado que el rey sólo le dio algo que hacer para que no moleste a Elliot. Dicen que se portó muy mal cuando era joven. Elliot la mandaba con cartas y cosas así, era útil, pero dejó de hacerlo hace unos años y hubo toda una pelea… el rey intervino. Elliot no habla de eso, pero dicen que su relación con el rey nunca volvió a ser la misma, y todo por culpa de Ellyse. Es un buen hermano, yo la habría mandado derecho a Syrlaine!-
- No tienen padres?-
- Hay otro hermano que está cargo de la frontera con Degan, Edvar. Pero a los padres los mataron en los Años Inquietos, asesinos del Imperio, dicen… no me habría gustado ser guardia real en esos años, con eso te digo todo…-
- Pero ahora tienes una excelente posición, me alegro por ti.- le digo amablemente.- Misericordia, es ésa la hora? Tenemos que levantarnos a las seis para el combate…-
- Oh, estoy acostumbrado a pasar la noche en vela de guardia… y también haciendo otras cosas! – se ríe sirviendo más vino. Yo aún no acababa mi copa.- ven, siéntate, tengo más chismes…-
- Media hora más. Después iré a asegurarme que la Dama llegue a sus habitaciones a salvo.-
- Conrad…- me dice agarrando un pastel dulce.- No te ofendas, pero nadie te trajo pensando que va a pasar algo. Nadie tiene ningún interés en Ellyse. Hace unos años, un par de tipos nobles trataron de pedir su mano, por el honor, ya sabes, de estar emparentados con Elliot, no que ni por eso yo me casaría con ese costal de huesos… pero aunque Elliot tenía todo listo Ellie hizo pataleta y consiguió que el Rey interviniera. Dicen que amenazó saltar de una ventana! Si está loca. El Duque de Mauvais era una muy buena opción para ella!-
- El Duque de Mauvais no es un viudo de cincuenta años?-
- Pero se mantiene bien, y ya tiene hijos, no habría necesidad de tratar de sacar un cachorro de esa mujer seca!-
- Dorcas, que sirvo a la Dama.- lo reconvengo.
- Es su reputación lo que quieren que cuides, estoy seguro. Un par de años, hasta que se acabe de secar y no hayan rumores de líos que afecten a Elliot…-
- Hay rumores?- murmuro. Esto es parte de lo que armé esta cena para saber: Dorcas es mi fuente de información, por ahora, y tengo que estar enterado si pretendo cuidarla. No apruebo su bocaza, pero ciertamente me está siendo útil.
- Hay un bardo que viene de vez en cuando a la corte y dicen que le gusta, aunque el tipo se ha acostado con la mitad de las nobles! Siempre baja a verlo cuando viene. Y Calvin antes pasaba mucho tiempo con ella, dicen que se declaró y lo mandaron a lavar… hm, y siempre atiende los consejos cuando vienen extranjeros. Dicen que el rey le prometió armarle una boda con algún pobre desgraciado si le gusta, así se iría lejos y Elliot no tendría que preocuparse más…-
- Le eres muy devoto.- murmuro, a lo que Dorcas se ve alarmado.
- No, es que Elliot es un muy buen capitán, fue mi primer capitán cuando todavía comandaba, es un hombre tan cabal, tan inteligente… nunca he comido tan bien en campaña como con él, siempre traía chicas, hubieras visto lo bien que entendía a los soldados…- agrega con energía.- La guardia moriría por él, es un tipo tan normal…-
Me asombra oír hablar así del más famoso estadista de los Reinos, pero supongo que es bueno que sea popular.
- Y el rey, Dorcas? También es muy amable.-
- Mm, no sé. Tiene un humor tan raro. No participa mucho en la Corte, la desarma cada verano para irse de recorrido, y la verdad…- agrega encogiéndose de hombros.- Es muy raro que desde que murió la Reina Genevieve, nada. Dicen que la prometida que le traen es una princesa de verdad, pero es extranjera. Eso no lo va a hacer más popular, debería haber elegido una buena chica de Haender o a lo más de Jion, son tan bellas esas mujeres, la Dama Sussannah sería una excelente Reina…-
- No veo que te falte compañía a ti al menos.- digo apartando mi plato y enderezándome, porque en verdad, ya es hora de chequear a Ellyse. Él sigue mi mirada al broche de pelo en la otra mesa.
- Oooh, ése es de Jennie! Tengo que devolvérselo antes de que venga Loren…- se ríe.- Si tienes ganas de conocer a una chica, te digo que las esposas nobles con maridos en las fronteras están muy pero que muy aburridas. Los guardias reales somos muy cotizados, ya sabes, Servir!-
- Servir con Honor…- completo, pero él agita los brazos con alegría.
- Oh, me tienen muy honrado, de dónde crees que viene todo esto, se pelean por mis favores… de verdad te puedo conseguir alguna, si hay unas que están desesperadas, no le hacen asco a nada…-
- Gracias. Tengo mis votos.-
- Pero no seas así!-
Ellyse estaba recogiendo sus cosas cuando subí, no sin pasar a las cocinas a cazarle una fruta. Su mirada es cortésmente sorprendida al verme, porque me había puesto el traje violeta. Su cara es la misma que puse yo cuando lo vi, creo: frunce los labios levemente, sé que está conteniendo una sonrisa.
- Me imaginé que se alargaría un poco más su cena. Se ha divertido, Cler Conrad?-
- A mares.- le digo sin mucha expresión.- Tenemos el combate a las ocho, sería poco justo hacerlo trasnochar.-
- Yo esperaba que el guardia hubiera intentado agotarlo a usted. Los sacerdotes de Tyr tienen fama de asombrosos espadachines.- me dice mientras apaga sus lámparas. La tranquilidad de su oficina es tan calmante, que me quedaría un rato más aquí.
- La espada es una herramienta, nada más. No es diferente a una azada o a su pluma, mi Dama. No se toma orgullo en herramientas, sino en el resultado de ellas.- repito de mis lecciones. Lo creo seriamente. La Dama me sonríe, con una expresión algo soñadora.
- Sería bueno que más gente pensara como usted, Cler Conrad.-
- La gente piensa como prefiere. – digo, escoltándola escaleras arriba.
- Tenga cuidado en su duelo mañana.- me dice al llegar a la puerta, la palmatoria en mano. Hago una inclinación.
- No lastimaré a ninguno de sus educandos, lo prometo.-
- Lo sé. No me estaba preocupando por ellos.- me dice antes de cerrar la puerta.
Eh?
A las siete levanto a los muchachos, y con las quejas de Kelvyn los llevo al patio de armas, una extensión de empedrado muy regular con sillería micada. El sol está asomando, pero está fresco y agradable, y estoy hablándole a Thier sobre las diferencias entre una espada de práctica y una de combate cuando llegamos y… se me va el alma a los pies.
Hay una MULTITUD. Estoy a punto de preguntar qué pasa cuando veo a Dorcas en plena armadura, adornado con lazos de mujeres en los brazos, con mandoble de combate, lanza al costado, y una docena de guardias más alrededor, todos brindando y…
Están apostando?!
Hasta las ventanas del patio tienen gente. Esto es completamente ridículo!
- Dorcas, esto era una demostración para mis alumnos!- exploto, a lo que él me dirige una sonrisota, aunque sus ojos enrojecidos me dicen que siguió bebiendo anoche.
- Y una demostración para mis amigos! Para que vean de qué estamos hechos los sacerdotes de Tyr!!- exclama, con extra volumen de voz. Sus amigos palmotean y ríen, pero no me gustan mucho sus expresiones.
- El caballero Dorcas es conocido por ser un gran espadachín! No pensé que sería con él!- dice Kelvyn asombrado.
- Hmm, esto se va a poner bueno, podemos apostar?- dice Thier, a lo que me doy vuelta para reprocharle, cuando Gertram le contesta con voz pasota.
- Cler Conrad abolla a la armadura y al tipo, y tú limpias mi montura por un mes.-
- Hecho. Y si gana el Guardia Real, tú limpias mis habitaciones… todas mis habitaciones… por un mes.- dice Thier, a lo que Gertram mantiene su carita cuadrada de campesino impertérrita.
- Trato.-
- No se debe apostar en espadas…- empieza Avyr, pero Dorcas ya viene, con mucho contoneo de capa blanca, la que se quita y arroja a unas damas, para “ no mancharla de sangre!” dice en voz muy alta.
- No vamos a sacarle sangre a nadie.- le digo cansadamente.- Es una demostración!-
- Es una demostración de los talentos de los sacerdotes de Tyr!- grita Dorcas, saludando a la gente, que sigue llegando. Se han acercado hasta los peticionarios tempraneros, los comerciantes que venían a dejar cosas a las cocinas… esto no es bueno, no es nada bueno.
Si lo derroto, puede que se ofenda, con todo este público. Si dejo que me derrote, puede que también se ofenda al darse cuenta, o peor aún digan por todas partes que los Sacerdotes de Tyr no somos buenos espadachines. Mi reputación me da lo mismo, pero si la gente pierde confianza en nuestras habilidades, es posible que al siguiente licántropo que se instale en sus tierras intenten sacarlos ellos antes pedirnos ayuda, y eso no es bueno para nadie.
Si piensan que un guardia me puede derrotar fácil, quizá la Dama Ellyse piense que estaría más segura con uno.
Misericordia, qué difícil.
- Sólo hasta el primer toque…- anuncio retrocediendo, a lo que hay silbidos de queja y voces de unos guardias cantando el nombre de Dorcas, otros diciendo que no quieren ver poniéndose las manos en la cara y atisbando entre los dedos, una chica dando chilliditos de emoción. Dorcas ha traído su mandoble de combate, que si se encuentra de frente con mi espada de práctica la partirá en dos con el sólo torque: y lleva armadura completa. Dice mucho sobre nuestra reputación que a nadie le parezca una pelea desigual.
En verdad, es desigual: es lo más lejano a nuestro estilo que existe. Sus dos primeros golpes son lentos y pesados: no hay muchos ángulos con un arma tan grande y pesada, y él mismo es lento y pesado con la armadura. A los guardias les serviría mucho más un mangual o unas cadenas. Quizás un hacha corta.
Después del tercer pase, me meto bajo su brazo, ruedo y lo golpeo en el costado, delicadamente. Se hace un silencio, porque suena como un gong, pero me vuelvo a Avyr y los chicos.
- Es por eso que tienen que aprender los pivotes y tener rodillas sólidas. Incluso un espadachín tan talentoso como Dorcas…-
- Cuidado!- grita Gertram. Me aparto del camino del mandoble y sujeto el codo de Dorcas, que intenta darme un corte horizontal.
- Oye, espera que les explique, ha sido una buena demostración, qué tal si hacemos unos ejercicios ahora…-
- Esto no ha terminado! Estamos recién empezado!- me dice, la risa en su voz no realmente alegre. Se está empezando a dar cuenta de su error y se ha quitado el yelmo de un tirón, el mandoble dando un revoleo cuando se suelta de mi mano.- Vamos, pelea en serio!-
- Pero es una demostración!- le repito, a lo que no me hace caso y carga. Esto es estúpido, y empiezo a irritarme: me mantengo fuera de su alcance en pasos rápidos, pero se acerca con descuido a los espectadores.- Para, vas a lastimar a alguien!-
- Sí, a ti!- me responde, lo que hace que el público se carcajee. Me giro por detrás del mandoble y levanto la espada a su cuello, en donde tengo amplio espacio, la verdad, deja el brazo muy abajo.
- Ahora vemos esta lección o…
Aparta mi espada con el mandoble y se lanza. Esto es absolutamente ridículo y si me aparto, va a aterrizar con el mandoble justo en las chicas que tienen su capa.
He entrenado adolescentes con más control de su arma que él. Este hombre no sabe dónde está la punta, ni el mango creo. Y no, no es un chiste de doble sentido. En una batalla real, sería más peligro para quién esté con él que sus enemigos, cómo la guardia real acepta este estado de cosas…
No me ha dejado opciones. Hago un revés con la muñeca, meto el plano entre su mano y el mango, pincho con la punta su palma y cuando suelta, lanzo la espada arriba y la tomo con la otra. La sorpresa y el dolor del pinchazo, porque en ese ángulo entras directo entre las cintas del guante, lo hace tropezar y cae en una rodilla estrepitosamente.
- Háztela curar de inmediato, esta cosa no estaba limpia…- suspiro, revisando la punta de mi espada, que efectivamente hasta esquirlas de metal tiene, por Dios.- Dorcas?-
- Para esto me emborrachaste anoche!- brama levantándose y rechazando mi mano.
- No seas absurdo…-
- Cler Conrad ha ganado limpia… y elegantemente.- dice el filósofo de Uvain, un hombre calvo y barbado, con ojos muy negros e intensos.- No sea mal perdedor, Dorcas. Verá que hay muchas damas dispuestas a consolarlo…- agrega volviéndose a mí.- Pero creo que Cler Conrad merece un premio, no es así? – agrega. Es notable como ha cambiado el ambiente. Dorcas menea la cabeza, pero las chicas lo rodean y algunas lo acarician o lo aplauden. Thier está maldiciendo, pero entre risitas: Avyr y Gertram miran alrededor como si estuvieran a punto de decir que no ha sido gran cosa ( y tendrían razón) pero Kelvyn se ve alucinado.
Y mirando en lo alto, en un balcón veo una puntita de chal y velo que conozco bien. Vaya, alguien se levantó tempranito.
- Premio! Premio! Premio!- está gritando la multitud. Se refieren a mí. Oh, esto es una ridiculez…
- Como creo que soy el noble con mayor patrimonio presente…- dice un anciano, aún fuerte y sólido, con una gran túnica oscura y cadena del Consejo al cuello.- … y como sostenedor de la guardia, voy a darle un premio al sacerdote de Tyr… por esa linda, linda exhibición… no se veía una espada tan rápida de los años de Romwen, vaya…-
- Ha sido uno de mis maestros.- digo con una reverencia.
- Soy Valter Liam du Muret. Siempre habrá espacio para tu espada entre las mías en mi casa, si los d’Arzach te sueltan.- dice con calor.- Por ahora, permíteme sorprenderte con una muestra de aprecio, noble Cler.- dice con una sonrisita, entregándome un anillo.- Mañana ven a las caballerizas, y lo canjearemos por algo apropiado.-
Hay aplausos, pero las mujeres están más interesadas en el cortecito de Dorcas: algunas me miran como si fuera el mal encarnado. Cuando la gente se disemina al fin, doy media vuelta, no sin una inclinación apreciativa al filósofo. De todas las exhibiciones hoy, la suya ha sido la más impresionante
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