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    Razón de espíritu

    Nov 6, 2023

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    Razón de espíritu
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    Salvo la última razón del espíritu y la coloco dentro del autómata. no se mueve, apenas respira, y eso me es suficiente. Casi de inmediato se incorpora para realizar las actividades ordinarias. su vulgaridad es ficticia y en gran medida intensa de vacío, aun así, sus chistes me hacen gracia mientras me ayuda a desarmar los muebles, guardar la ropa y ordenarme el abrigo. No cruzamos palabras más que para intercambiar instrucciones, concede mis deseos con un denso uhmm exhalando vapor de agua con otras sustancias, como si le gustara. Le miro de reojo y ahí está por un momento, contemplando las nubes. - es solo condensación microscópica - le digo, pero se queda quieto.

    Una anciana casi ciega choca con el por detrás y su mayordomo, alto y corpulento, lo agarra de los hombros para apartarlo del camino. - oye- le grito al barbudo mientras lo sostengo para reincorporarse, se le ha torcido la parte inferior de la mandíbula. Devuelve su mirada al suelo, avergonzado, siguiendo mis pasos en silencio. Llegamos a la estación de tren y el autónoma estira los boletos, no puede pronunciar un adiós, pero intuyo que no irá conmigo - la anciana quedará sola - hablo por el. Asiente. Se hace pequeño entre la lejanía del vagón y el andén. No puede subir, no tiene derecho, aunque le haya inyectado el trozo de un alma, sonría o pronuncie gracias, su destino es de una pieza de vagón, una taza de té, o la sonrisa torcida que un desgraciado podrá reparar.

    Los gases no tardan en caer y por mi ventana visualizo el destello, es lento y sublime. Espero que el no esté ahí, aunque es un deseo inútil. Quiero redibujar su última sonrisa en papel. Fallo en el intento. No retengo su rostro, ni sus manos, ni su esfuerzo. Poco a poco, en la lejanía se borra de mi como un garabato.

    Salvo la última razón del espíritu y la coloco dentro de un aerosol, quiero regresar con el, aunque sé que mis chistes no le hacen gracia. Ignoro las miradas indiscretas de los pasajeros, esquivando los gritos del guardia. Bajo en la siguiente estación. Volver a pie demorará unas doce horas, y entre el frío, otros pasos se unen a mi. Desconozco si todos regresan por sus autómatas o saben que más allá de la frontera los gases ya lo han inundado todo. Doce horas que trascurren entre un breve atardecer y uno noche cálida como bendición de los dioses que aún viven.

     

    Con su boca torcida se mantiene en el mismo lugar, los gases nublan mi vista, pero no me hacen sangrar. son solo cortinas para ladrones de poca monta. Lo llevo de regreso a la estancia y rearmamos todo, los muebles, la ropa y el abrigo, extraigo la razón de espíritu y le permito dormir, o eso creo, para reacomodar las ramas verticales. No está nuevo, nunca volverá a correr, la casa con pocos cerrojos será saqueada en cualquier momento, pero de no ser así, la razón de espíritu volverá mañana.

     

    Imagen de Pexels. Propiedad de Patrice Werner

     

    Verónica Abir

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