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    EXTRAÑOS SUCESOS

    Nov 29, 2023

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    EXTRAÑOS SUCESOS

     

    Teobaldo despertó sobresaltado. Al mirar su reloj pulsera dio cuenta que eran las seis, más no sabía si eran las seis de la mañana o de la tarde. Ese detalle en principio no lo alarmó, hasta que miró la fecha del calendario de su reloj, e impresionado comprobó que habían pasado tres días desde el momento en que se había dormido.

    -He dormido tres días seguidos… ¿qué está sucediendo?...

    Se levantó de la cama, y luego de vestirse con prontitud salió a la calle, donde advirtió que la fisonomía del lugar no había cambiado: casas, caminos, árboles y veredas se veían como siempre. Caminó por la acera en dirección al sur. Lo hizo con precaución, como si intuyera que algo iba a suceder. Después de varias cuadras, al doblar una esquina se encontró con un panorama distinto: todo, incluido el cielo, estaba de color gris, y las casas, árboles y demás, se encontraban desdibujadas en sus líneas de contorno, como si estuviesen a punto de desaparecer. Al mirar hacia el final de la desierta avenida, advirtió que esta se perdía tras una extraña nube gris, que, girando de manera incierta, parecía tragárselo todo. Asustado, regresó presuroso a su casa y se encerró en su habitación. Una vez en el interior, se sentó al borde de su cama a reflexionar lo que había experimentado. No encontraba una explicación lógica a lo que había visto afuera. Al mirar hacia la pared del costado de la habitación vio el sagrado retrato que colgaba solitario, y le pidió ayuda espiritual:

    - ¡Santo Teobaldo, ayúdame a resolver este misterio! -, expresó, mirando la sacra imagen, que, extrañamente, era idéntica a él.

    Cansado de cavilar, volvió a quedarse dormido. Al hacerlo, todo fue oscuridad, pues nunca recordaba sus sueños. Al despertar, miró de nuevo el almanaque de su reloj pulsera y advirtió que habían pasado dos semanas desde que se había dormido. Impresionado, de un salto se levantó de la cama, y cuando se disponía a salir de nuevo a la calle, advirtió que la puerta estaba ahora ubicada en otra pared de la habitación. Notó, además, que la habitación estaba pintada de otro color, un color ocre, deslucido y oscuro, que le imprimía una sensación de nostalgia y abandono. Salió de nuevo a la calle, donde comprobó que la ciudad ahora también había sufrido cambios: a era toda de color gris, y, como la vez anterior, sus contornos estaban desdibujados, como si también estuviera a punto de desaparecer.

    Presa del pánico corrió hacia su casa y se encerró. A los pocos minutos oyó golpes en la puerta. Al mirar por la mirilla vio a una mujer vestida completamente de blanco. Dudo en atender, pero que su curiosidad podía más, así que conteniendo la respiración abrió la puerta.

    - ¿Quién es usted?

    - ¿Puedo pasar? -, preguntó la mujer con amabilidad.

    Haciendo un ademán, Teobaldo le franqueó la entrada. Ya en el interior, la mujer, luego de observar con detenimiento la habitación, se dirigió a Teobaldo diciendo:

    - ¿Sabes quién soy?

    -No te conozco-, respondió Teobaldo.

    -Soy un recuerdo-, afirmó la mujer.

    -Pues no te recuerdo-, retrucó Teobaldo.

    -No soy un recuerdo tuyo, sino un recuerdo de quien tú habitas.

    -Yo habito esta habitación, este es mi hogar…

    -No Teobaldo, tú no eres tú, y esta no es una habitación. Eres un recuerdo del verdadero Teobaldo, ese que está en la pared, y la habitación, es, en realidad, la mente de quien tú habitas-, respondió la mujer, señalando el retrato de la imagen sagrada.

    - ¿Quieres decir que yo no soy una persona real, sino parte de los recuerdos de otra persona? - inquirió Teobaldo, señalando también el retrato.

    -Exacto.

    Impresionado por la revelación, Teobaldo preguntó:

    - ¿Sabrías también decirme por qué, cuando me duermo, al despertar han pasado muchos días?

    La mujer, esbozando una sapiente sonrisa respondió:

    -Porque en los momentos en que tú crees dormir, la mente de la persona que habitas no está recordando esta parte de su pasado.

    - ¿Entonces…qué sucederá conmigo?

    -Ahora tú también te irás desvaneciendo… es lo que sucede con los recuerdos, algunos perduran, pero la mayoría se pierden, es el destino natural de todo:  surgir, y luego, con el tiempo desparecer.

    Luego de decir esto, la mujer dio media vuelta y salió de la habitación.

    Devastado, Teobaldo advirtió que su imagen comenzaba a diluirse lentamente…

    Roberto Dario Salica

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