Barro todos los días, ya de forma mecánica.
Barro las habitaciones, debajo de los muebles y hasta la vereda que comparto con unos vecinos desinteresados en la misma.
Barro como parte de una catarsis, arrastrando las pelusas y las hojas, con las cerdas de la escoba gastada, imaginando que esas pequeñas montañas que formo contra la pared son mis problemas acumulados y que los puedo levantar, observar y tirar en una bolsa negra para no saber más sobre ellos.
Barro hasta cuando no tengo fuerzas, creando en mi mente la falsa ilusión de que lo estoy haciendo para dejar todo limpito, antes de que llegue una visita sorpresa, a la hora de la merienda, cargando en sus manos la yerba que me gusta y las facturas de hojaldre que venden en la panadería de la esquina de casa.
Barro con una escoba vieja que está aplastada en una punta y estoy tan acostumbrada a ella que hasta inventé una forma especial de pasarla sobre la mugre sin que se desparrame para todos lados.
Barro por una necesidad de movimiento. Para disfrutar de la sangre fluyendo por mis venas que termina acumulándose en mis cachetes, y se vuelve un calor intenso que deviene en una baja de azúcar o de presión, lo que me obliga a apoyarme sobre la escoba como si fuera el bastón de un gran mago.
Barro en honor a mis ancestras: esas amas de casa sumisas con delantales y ruleros que barrían con un estilo único, cansadas, deprimidas, llenas de responsabilidades, pero lo hacían para que el piso brillara como el sol, deseando que algún día su marido las felicite por el esfuerzo... y solo obtenían pisadas cargadas de barro o cemento para volver a barrer.
Barro para abrirme camino entre los juguetes pegajosos, la ropa de adolescentes rebeldes y medias sudadas.
Barro para sentirme poderosa frente a los hormigueros que se forman en la puerta de mi casa, y hasta disfruto ver la desesperación de los insectos cuando tiro adrede esas paredes de tierra. Yo soy una de esas hormigas en mi vida diaria, pero en ese momento, con la escoba en mis manos, hago un cambio de roles y después me arrepiento de tirar abajo esa edificación pensando en todo el esfuerzo que invirtieron esos pequeños bichos.
Barro para sentirme viva.
Paula Dreyer
Soy Guionista, Comunicadora Audiovisual y mamá de tres. Amo relatar mis vivencias y crear mundos con mi escritura. Tengo raíces de pueblo que las fusiono con la gran ciudad.
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