mobile isologo
buscar...

31/07/2025

Anthus

Aug 6, 2025

100
31/07/2025
Empieza a escribir gratis en quaderno

Hace exactamente un año tus manos rozaron mi cintura, y desde entonces no ha habido parte de mí que no arda en silencio. No fue un abrazo, fue una emboscada suave. Una declaración de guerra con aroma a ternura. Me empujaste hacia tu cuerpo como si quisieras decir algo sin decirlo, como si supieras —como si siempre hubieras sabido— que ese gesto iba a desordenarme el calendario, a dejarme atrapada en un punto muerto donde todo el tiempo gira alrededor de esos quince minutos.

Quince. Lo sé. Los conté. Los sigo contando.

Nos tomaron una foto. Ridículamente casual. Pero en esa imagen está todo: tu rostro desenfocado por el movimiento, el mío intentando sostener la compostura, y esa mirada entrelazada que ni la cámara logró entender. La nuestra. Un hilo invisible nos ató en ese segundo como si el universo entero se hubiese detenido para presenciar nuestra primera y última coincidencia verdadera.

Me temblaban las manos. No del frío. No del miedo. Del vértigo. De ese raro temblor que da cuando uno siente que algo muy grande está a punto de comenzar… y a la vez sabe que va a terminar mal.

Yo quería decirte que te alejaras, que no jugaras así con mi aire. Que tu cercanía estaba llenándome los pulmones de cosas que no sabía respirar. Pero no dije nada. Y tú tampoco. Y en ese mutismo pactamos una tragedia a la que ninguno supo ponerle nombre.

Hoy pensé que sería distinto. Que quizás —con esa intuición torpe con la que a veces me miento— tú ibas a recordar algo. Que en algún rincón de tu carne, ese momento aún dolería. Que ibas a saber lo que yo callé, lo que escribí con la espalda tensa, con la piel que no se olvidó de tus dedos.

Pero no.

Tú estás lejos. No físicamente. No solo. Lejos en una forma cruel, casi científica. Lejos como se está de lo que nunca se pensó real. Como si esa imagen congelada fuera un error en el guion de tu vida. Como si mi presencia hubiera sido un accidente menor. Una casualidad inútil.

Y, sin embargo, yo sigo aquí. Pensando en cómo nuestros apellidos podrían haber sonado en una tarjeta de boda. Pensando en una niña y dos niños, con tu pelo despeinado y mis ojos cansados. Pensando en cómo los domingos tendrían olor a pan tostado y a música vieja, si tú hubieras decidido quedarte.

Pensando demasiado.

Y lo peor no es que no estés. Lo insoportable es que no se te ocurre pensar que quizás —muy en el fondo, en lo hondo de tus huesos— yo aún te espero. Que mis manos todavía buscan, como idiotas, el eco de aquel roce. Que me sé de memoria el patrón con el que tus dedos se posaron en mí. Que ese instante, tan breve, sigue escribiendo capítulos enteros en mi alma.

Me dueles.

Me dueles como se duele lo que nunca ocurrió, pero se vivió.

Y no sé si eso es amor o una condena con nombre propio.

Lo único que sé es que desde aquel día mi retina graba brillos que ya no existen, y mi corazón se disfraza de cordura para no confesarte que, a veces, desearía que se te rompiera el mundo, solo para que supieras lo que yo sentí cuando me tocaste… y actuaste como si nada.

Anthus

Comentarios

No hay comentarios todavía, sé el primero!

Debes iniciar sesión para comentar

Iniciar sesión