Al fondo del armario hay una caja que no quiero tocar.
Sé lo que hay dentro, pero sé también que me faltaría tiempo para descubrir realmente por qué lo guardé. Había puesto encima prendas que ya no uso, accesorios que había olvidado o, en general, cualquier objeto que pudiera taparla.
Noto cómo tiemblan mis manos e intento evitarlo, porque conozco a la perfección lo que ocurrirá si al fin la curiosidad me aborda. Un cosquilleo irremediable sube por mis dedos hasta mis nudillos tratando de alcanzar mis muñecas, con ansias de guiarme hacia aquello que me asusta y me enloquece a partes iguales.
Admito que al final no he podido resistir la tentación y he tenido que tomarla entre mis manos. Era más grande de lo que creía recordar. Sus esquinas estaban ligeramente hundidas y la cubierta apenas encajaba, ya que la humedad había azotado el cartón.
Hay un desorden dentro de la caja olvidada, y es tal su magnitud que por un momento pensé que alguien la había abierto desde entonces. Las hojas de papel parecían haber enloquecido tanto como yo, colocadas de forma caótica.
Leo la primera línea del primer papel. "Soy el arte abstracto incomprendido por un crítico del realismo". La nostalgia azota fuertemente mis pensamientos. Ese sabor salado en mi boca volvía a hacerse presente, a diferencia de que ahora ya no tengo lágrimas que llorar.
Caigo en cuenta de que había sido mi último escrito. Parecía una despedida, como si el arte no tuviera sentido si no había amor. ¿Tanto me robaste? Ni siquiera lo recordaba.
Por un momento necesito soltarla. Quiero devolverla a la oscuridad que la acompañaba y olvidarla, como si nunca antes hubiera tomado la decisión de abrirla; pero ya es tarde. Esas palabras han despertado algo dentro de mí, un sentir muy arraigado que creí que había conseguido enterrar.
Sigo leyendo, una línea tras otra, intentando descifrar quién era la persona que había escrito todo aquello. "La princesa siempre vivió en la torre, solo que a veces el sol la buscaba más que de costumbre", dice otra frase, tan sencilla como punzante. Es el eco de unas palabras que parecen ser mías, pero al mismo tiempo no las conozco, como si me enfrentase a una versión de mí que ya no existe. O tal vez siempre estuvo ahí, solo que por un largo tiempo me había negado a verla.
Cada hoja son versos que un día decidí olvidar, como si esconderlos en el fondo del armario pudiera borrar su significado. Pero creo que no funcionó, al menos no del todo. Porque aquí estoy, al borde de mi cama, rodeada de mi propio sentir hecho papel, enfrentándome a heridas que creí cerrar.
El papel que queda en el fondo capta inmediatamente mi atención. Es diferente, más arrugado, como si lo hubiera sostenido con fuerza antes de guardar todo. "El arte y el amor nunca mueren", dice, "sólo se transforma. Se convierten en reflejo, de quienes fuimos alguna vez y lo que quizás podremos ser".
Cierro los ojos con fuerza, apretando con mis manos aquel trozo de papel. Siento esa presión en mi pecho, que pesa cada vez más por momentos. Tal vez es hora de reconciliarme con esas partes de mí.
Dejo la caja a un lado pero esta vez no para olvidarla, sino para darle un espacio más digno. Porque, por primera vez en mucho tiempo, siento que tal vez podría escribir de nuevo. Y esta vez, lo haré para mí.

Blanca Bermúdez
Escribo para sacar del alma lo que no se puede decir en voz alta. No soy perfecta, pero cada poema es una parte real de mí. Gracias por leerme. Quédate. Comenta.
Recomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.
Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión