Amanece distinto.
La luz entra sin pedir permiso
y la casa despierta antes que el sol.
Hay pasos rápidos,
ojos brillantes,
ilusiones que no saben de tiempos.
Las manos buscan,
los papeles se rompen,
las sonrisas se multiplican.
No importa el tamaño del regalo,
sino quién lo entrega
y cómo lo mira quien lo recibe.
El cansancio de anoche
convive con la alegría de hoy.
La vajilla está por fregar,
la casa por barrer,
el champán sin corcho.
Hay abrazos largos,
fotografías torcidas,
momentos que se guardan
sin darse cuenta.
La Navidad no promete milagros,
promete presencia.
Estar.
Compartir.
Seguir creyendo,
incluso cuando el año pesa.
Y mientras la ciudad respira más despacio,
entiendo que la magia no se acaba:
se transforma.
Se queda.
Permanece en cada sonrisa,
en aquello que nos hace sentir vivos.
Feliz Navidad a los que aún creen.
De ellos es la magia.

Blanca Bermúdez
Escribo para sacar del alma lo que no se puede decir en voz alta. Gracias por leerme. Quédate. Comenta.
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