En esta única hora puede suceder de todo:
1. podríamos juntar los brazos,
2. acercarnos el rostro,
3. olernos la frente,
4. girar el torso,
5. mirarnos de reojo,
6. odiarnos hasta la sombra,
7. descargar la mirada,
8. bajar las manos,
9. clamar piedad,
10. desvanecer el cuento,
la ilusión,
11. cerrar las calles,
o mejor,
12. contrariar al viento.
En esta única hora se puede caer el mundo
cuando escuchamos al coro extraviar sus únicas notas musicales,
bostezando sin pudor alguno
mientras aplicamos la única sentencia que nos separe.
Por eso debemos
13. idolatrar al genio,
14. verle ladrar,
y de paso,
15. reír como un niño cuerdo,
16. irnos a los puños,
17. caernos a besos o
18. morder el polvo.
En todo este tiempo, en esta única hora,
podríamos ser amigos.
También los enemigos de los libros del aire,
inventándonos un desierto con millas de separación,
e incluso,
ser como el hijo contra el padre,
reviviendo lo ya escrito.
O como ellos contra todos…
En esta única hora
deberíamos ser el sollozo en la próxima curva,
la que te hace desviar la atención
mientras todos van cayendo,
todos muriendo.
(Muchas variantes y pocos caminos).
Por eso ningún consejo será suficiente:
19. es solo ser,
20. es no estar en esta habitación por una hora,
21. es procurar que las paredes no caigan,
que la superficie quede impoluta,
22. es olvidarse de reír,
23. de quedarnos callados para amarnos
y más,
si fuere p
osible,
en solo una hora.
EN PRIMERA PERSONA II

Yom Hernández
Aquí un licenciado en Historia, loco por la literatura que lee y escribe pertinazmente. Padre de tres libros publicados por Ed Atlantis, Ed Adarve, Ed Cuadranta.
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