"El Candidato”
El reloj marcaba las 22:00 hs.
En la habitación nadie se atrevía siquiera a respirar más fuerte de lo normal, mucho menos emitir algún sonido que lo sacara del estado de abstracción en el que se encontraba.
Los números que veía en la televisión, lo habían dejado perplejo, por lo que se mantenía callado. Un remolino de emociones crecían en su interior.
Quería gritar, pero antes necesitaba estar seguro. Convencerse a sí mismo de que lo que estaba sucediendo era verdad. Sintió como la adrenalina fluía a través de sus venas haciendo que su corazón se acelere, latiendo sin control, agolpándose en su garganta, formando un nudo invisible que no le permitía respirar, cerrándole el pecho, oprimiéndolo. Tenía que controlarse, no era momento para que sus nervios le jueguen una mala pasada.
Escuchaba el minuto a minuto, pasaba de un canal a otro de noticias, todos decían y repetían lo mismo, ya no era un boca de urna, ni una especulación. Era un hecho.
El recuento de votos, lo daba como el candidato electo más votado de los últimos tiempos.
Cerro los ojos y apretó los puños. Aspiró una bocanada de aire, llenó los pulmones, contó hasta diez y seguidamente, lanzo un largo y sonoro suspiro que duro unos 10 a 12 segundos.
Despacio, se levantó de la silla en la que estuvo sentado cuatro horas interminables, camino hasta el espejo donde se paró erguido, desafiante, increpando inconscientemente la imagen que tenía enfrente y aunque no era muy alto, en ese mismo instante se sentía un gigante.
Se miró a los ojos, busco en su interior, llamo a su conciencia, necesitaba le diga que no estaba loco, que todo estaba bien, pero no le respondió. Vio que tenía la corbata torcida, el saco arrugado, la camisa fuera del pantalón y su pelo… Su pelo era una maraña descontrolada que no podía ni pensaba peinar.
«Impresentable» se dijo y con una mueca irónica sentencio “Políticamente incorrecto”.
Un juego de poderes, peleas y disputas, lo llevo hasta ahí, a ese lugar, casi sin querer. La lucha de egos, la agresión continua, la brecha generacional, la falta de valores y principios entre sus contrincantes hicieron que la gente lo elija a él por encima de ellos.
Recordó que todo empezó el día que se dio cuenta de que las cosas así como estaban no funcionaban ni para bien, ni para mal. El país estaba subsumido en un estado de parsimonia que no tenía antecedentes, nadie hacía ni decía nada, se habían convertido en zombis que aceptaban todo lo que se les daba. Uno que otro protestaba, pero sus voces enseguida eran calladas con migajas que no solucionaban nada, solo eran un parche a la herida que cada vez crecía más y que nunca dejaba de sangrar.
Por supuesto que antes de tomar una decisión hablo, debatió, busco opiniones y consejos. Se dio cuenta de que no era el único, habían muchos más que como él querían algo distinto.
Los otros proponían hacer una diferencia mesurada, una continuidad del modelo. Él, en cambio, fue claro y contundente, había que cambiar la dirección del barco para poder salir de la tormenta. A partir de ahí lo tildaron de loco, nefasto, impropio. Pero que más daba. Los resultados que veía, daban cuenta de que la gente estaba harta de lo mismo, de que siempre todo siga igual, ya que lo único que cambiaba eran los colores del partido de turno alternándose entre comicios.
Suspiro una vez más, asintió con la cabeza, sonrió a todos los que estaban ahí presentes, acompañándolo en ese momento de tensión, y largó un grito alocado, muy propio de él para darse valor.
—¡Ya es hora!— dijo y salió a dar su discurso.
Sin saber bien lo que iba a decir o lo que iba a hacer en el futuro, mucho “como”, porque en verdad, jamás imagino una victoria.
Fin
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