15 de febrero

La noche se hace pedazos, y yo me hago con ella. He estado buscando tu nombre entre las grietas del silencio, pero sólo encuentro el hueco que me dejaste. Nadie me ve, nadie me oye. Estoy rota, como un vidrio que ya no puede reflejarse en nada, pero aún intento gritar tu ausencia, aunque no me escuche nadie.

La soledad es una mentira que se me cae como una piel vieja. Estoy llena de tu sombra, llena de tu cuerpo que ya no existe, llena de un amor que no tiene forma, solo un vacío que me engulle. Y en este vacío, en esta nada que soy, sigo respirando el aire que me dejaste, aunque ya no hay aire, solo el polvo de lo que fue.

Te amo, pero este amor es un cadáver. Es una lengua muerta que aún sigue hablando. Es un grito que se ahoga en la garganta de alguien que ya no sabe llorar. Pero te amo. Porque no sé otra forma de existir. No sé otra forma de estar viva que no sea esperándote, aunque sé que nunca volverás, aunque ya no sabes mi nombre, aunque ya no sabes quién soy.

He escrito tanto que ya no sé si lo hago para olvidarte o para seguir sintiéndote. Las palabras me cortan, pero no me sanan. Cada letra es un pedazo de ti que sigo tragando, y cada palabra se convierte en un recuerdo que se deshace, como tú. Porque tú te has ido, pero sigues estando aquí, dentro de mí, como una llaga que no se cierra.

Me pierdo en la desesperación de lo que ya no puedo alcanzar. Me pierdo en el deseo de un amor que nunca fue, de una esperanza que se deshace en mis manos. Y aún así, sigo escribiendo. Porque en cada palabra hay un pedazo de ti, y tal vez, si sigo escribiendo, te encontraré. Tal vez, si sigo escribiendo, encontraré una forma de estar viva.

Pero ¿quién soy, si ya no me recuerdas? ¿Quién soy, si ya no hay más que esta tinta, esta sombra, esta ausencia?