111.
Nov 8, 2025
Si pudiese escribir con las sangre de mis venas, ¿cuánto azul saldría desde lo más profundo de mi carne? Las palabras dormirían, quizás, bajo un aroma distante; la voracidad que absorbe cada fragmento de mi alma no permite un ápice de luz debajo de esta pretenciosa piel.
Caigo en un profundo sueño. Allí te encuentro, tumbado bajo las mismas flores que alguna vez te escribí. Nos observamos por un instante, y me percaté que, por primera vez en meses, estábamos vivos. La suave brisa remueve nuestros cabellos, y ríes. Aquel sonido tan característico tuyo vuelve a mí como un beso torpe. Y lo busco en mi piel, pero, ¡que sorda se vuelve cuando se trata de llorar!
Me senté a tu lado. Hablabas, pero ningún sonido dejaba tus labios; sin embargo, el simple hecho de encontrarme contigo una vez más era, para mí, lujo suficiente. Si tan sólo hubiésemos estado unos minutos más, u horas, o milenios… Siempre nombro al tiempo y destaco su crueldad, pero, no hay mayor verdad que lo propio dicho. Este no distingue ni discrimina, ya que su soberanía es estricta en su totalidad. Y lo comprendo. Imagina tener el peso de la vida sobre la espalda y no poder soltar dichosa y frágil existencia. Es más: imagina no sólo cargar con lo mencionado antes, si no, además, ser juez y verdugo de los mismos a los que debes alimentar.
Y lo abrazo. Y lo venero. Y lo repudio. Cuántos sentimientos para un ser etéreo e indemne, de ojos ciegos y corazón cobrizo, que es esclavo de su propio minutaje.
Vuelvo a perderte, como me he perdido al escribirte. Que torpe es mi atención; no obstante, mis sueños siguen abrazando tu figura.
Adiós, pues. El dormitar me espera.
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