10/10

Eran las diez de la noche de un 10/10, igual que hoy.

El destino eligió ser sutil esa vez, casi tímido. No supe ver las señales mágicas del universo.

Vos, yo… y ese lugar en el que no planeábamos coincidir. Te vi sentado, tranquilo, como si estuvieras esperando algo. O a alguien. Quizás, sin saberlo, me estabas esperando a mí.

Ni la luna brillaba tanto como tus ojos esa noche. Me miraste y sonreíste como si ya supieras el final de la historia. Me diste un beso, así de simple, como si fuera lo más normal del mundo. No hubo promesas ni nerviosismos torpes. Solo un beso.

Subimos lentamente aquellas escaleras, escalón por escalón, como si ascendiéramos a algún lugar sagrado donde solo existían nuestras voces. Hablamos mucho… de nada. Pero sentí que dijimos todo sin decirlo. Había silencios que pesaban, miradas que explicaban lo inexplicable. Y emociones que todavía no sabíamos nombrar, pero sé sentían como fuego y amor.

Después caminamos hacia casa, sin apuro. Como si inconscientemente quisiéramos alargar ese principio. Lo curioso es que también fue nuestra primera despedida. De muchas, pero duelen igual.

—Qué energía tan linda tenés —me dijiste—. Es como si ya te conociera de antes.

Yo no supe qué responderte. Pero algo en mí entendió que estábamos empezando algo que no sabíamos manejar, y tampoco parar.

Antes de irte, me regalaste un libro. Todavía no lo empecé. No porque no quiera leerlo, sino porque siento que de alguna forma… es complicado. Como lo nuestro. Como ese tipo de historias que no están hechas para ser fáciles, pero que igual insisten en existir.

Y ya sabés —me dijiste antes de desaparecer en la noche—, a veces lo imposible… lo puedo un poco.

-MILU