Seguir encendiendo la lámpara

Julio Cortázar entre las hojas bordadas de palabras, también guardó la imagen de su abuela. Dejó volar su prodigiosa pluma para que hablara de ella...

“La abuela sacaba el mantel blanco y tendía la mesa bajo el emparrado, cerca de los jazmines, y alguien encendía la lámpara y era un rumor de cubiertos y de platos en bandejas, un charlar en la cocina, la tía que iba hasta el callejón de la puerta blanca para llamar a los chicos que jugaban con los amigos en el jardín de adelante o en la vereda.

… había regado el jardín y el huerto antes de que oscureciera y se sentía el olor de la tierra mojada, de la madreselva llena de translúcidas gotas que multiplicaban la lámpara para algún chico con los ojos nacidos para ver esas cosas.”

La hizo eterna para sus lectores. Única para él, universal para el resto.

Yo puedo ver a las mìas. Una en la voz de mi madre. Esa, mi abuela, la de la mesa tendida. La de las puertas abiertas para familia y amigos. La de la casa pequeña y los rincones con maletas de recién llegados. La de las charlas eternas, el jardín, el huerto y el olor a tierra mojada.

La otra, la que conocí. La del rumor a cubiertos y platos. La cocina en movimiento y la tía llamándonos a los más chicos. La que, por ser la madre de mi padre, me vuelve la maga que convierte los remiendos de su delantal en almidonados broderies.

Ambas en mi memoria, en los relatos que aún, cuando las dos tenemos el cabello blanco, me sigue contando mi madre. Ella, la que tiende el mantel bajo el parral, la que cada verano comparte el aroma de los jazmines.

Mi madre, la que me sigue inundando el alma, porque me supo dar un par de ojos nacidos para ver esas cosas.

 Aquí octubre te deja un domingo para el especial abrazo. Para encender la lampara y regar el jardín de las emociones, para no olvidar de donde venimos y hacia donde vamos.

¡Feliz día de la madre! ¡Feliz día de la familia, el lugar donde todo comenzó!