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Si tu soledad y la mía se encuentran, ¿qué seríamos entonces? Si tu soledad y la mía, esas compañeras invisibles, decidieran entrelazarse en un rincón apartado del mundo, ¿qué podríamos crear juntas? Tal vez música, tal vez una sinfonía tejida de silencios, de esos silencios que nos envuelven cuando las palabras ya no alcanzan, cuando lo que queda es solo la certeza de que estamos ahí, una al lado de la otra, en la quietud más profunda.

Si tu soledad y la mía se encuentran, dejemos que hablen en su lenguaje silencioso, uno que no necesita de gestos, ni de voces, ni de explicaciones. Si tu soledad y la mía se miran, quizás descubran que siempre han estado destinadas a hacerlo, que en el fondo de cada una de nosotras había una espera silenciosa, una espera tranquila, aguardando por este encuentro inevitable. Porque cuando se miran, lo sé, el mundo parece desvanecerse, y lo que queda es una melodía suave, apenas perceptible, que solo tú y yo podemos escuchar.

Hagamos música con nuestros silencios, porque en ellos hay más verdad que en todas las palabras que podríamos decir. Hagamos música con esas pausas que el mundo teme, pero que nosotras entendemos como la parte más pura de nosotras mismas. Dejemos que nuestros silencios canten, que nuestras soledades se rocen y se conviertan en algo nuevo, algo nuestro. Porque si hay algo que aprendí desde que nuestras miradas se cruzaron, es que en ese vacío compartido, en esa soledad que ambas llevamos dentro, existe una armonía que solo tú y yo podemos crear.

Hagamos música, entonces, con esos silencios. Hagamos música con lo que somos cuando el mundo se detiene y solo quedamos tú y yo, en la quietud de lo que siempre supimos que sería.

Con toda la música que en mí habita.