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Estoy tan lejos de casa, de lo usual y de mí, que cualquier detalle, por ínfimo que sea, logra teletransportarme.
Hubo algo —y por un segundo— en la indiferencia del mundo en pausa, de la noche enmudecida, de cómo te acomodaste para dormir, perpendicularmente a como yo reposo en el respaldo de la cama para mantenerme despierto, que me mantiene en velo sin esfuerzo.
Un beso en el filo del vaso que no se borra; los restos de alcohol marcan sus últimas palabras, resbalando por el vidrio hasta la cinta —ahora manchada— que en algunas horas del día sujeta tu pelo y que, a altas horas de la noche, parece, de alguna forma, sujetarme a mí.
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