No lo soy, amor.
No soy el hombre, la persona, el animal,
soy mucho menos.
Y me quedo inquieto
rodeado de certidumbre,
en la espera, en el abandono,
en el desasosiego.
Frente al río, junto a la banca,
en el parque donde siquiera
las palomas vuelan.
Me quedo, me quedo exhausto
de saber que jamás entenderé,
y miro el gris cielo,
el verde opaco del pasto,
y estoy sin estar.
Y repito tu nombre
mientras me arrastro hacia mi cama,
y no hay principio ni final,
es incesante como las goteras del techo,
como las goteras de mis ojos
que arden en desvelo.
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