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소원을 말해 봐

Seul

Jul 8, 2025

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소원을 말해 봐
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❛난 그대 소원을 이뤄 주고 싶은, 소원을 말해 봐❜

2025년 7월 7일 — Tanabata

La noche del siete de julio prometía ser mágica y es que una peculiar celebración japonesa tendría lugar en los alrededores de Yeouido, donde coreanos y por supuesto, japoneses limarían asperezas olvidándose de las riñas sociopolíticas de sus antepasados para enfocarse en una sola cosa: Tanabata. La popular “Festividad de las estrellas” que se lleva acabo el séptimo día del séptimo mes del año y que, según el folclor nipón: es la única fecha en que las dos estrellas, Altair y Vega, pueden encontrarse.

Lo más atractivo fue conocer acerca de la tradición que rondaba a la festividad y la razón del por qué se había animado a asistir, los tanzaku, que consistía de deseos escritos a mano en tiras de papel de colores, que después serían colgados en un gran árbol de bambú para posteriormente ser quemados al aire libre en señal de su consolidación. Por supuesto, la gastronomía no quedaba fuera: pequeños puestecitos habían sido montados en la enorme explanada, aromatizando todo el camino con su inigualable exquisitez, aquella que la atrapó y cual imán la condujo a moverse en medio del gentío tumultuado.

Pese a ser alguien que prefería los climas gélidos, no pudo evitar contagiarse del calorcito particular que se vivía en la atmósfera, así como el quedar deslumbrada con la decoración y el cálido recibimiento que de inmediato la transportó al corazón de Japón. Todos los asistentes a su alrededor se veían felices, sacaban fotografías por doquier, compartían risas, buenos momentos y se notaba, estaban pasándola increíble. Por eso, para alguien tan vivaz como Seulyeon —que siempre intentaba ver el lado bueno de las cosas—, no fue difícil verse contagiada por tanta buena vibra, felicidad y una generosa cuota de tranquilidad que tanto bien le hacía al alma.

Una delicada brisa acarició su rostro cuando se puso en marcha por todo el lugar, pues mientras más exploraba, más se rendía ante los encantos del país del sol naciente y sus hermosas costumbres.

—¿Ya ha colgado su deseo, señorita? No olvide hacerlo, antes de la medianoche los quemaremos —dijo una amable señora, vistiendo un hermoso yukata. La mujer le ofreció una sonrisa y le señaló el lugar en donde podría pedir su tirilla de papel antes de que el tiempo le jugara una mala pasada.

—Lo haré ahora, muchas gracias —respondió.  

¿Qué podría desear? Al recibir el papel de color naranja, se detuvo antes de escribir. Si bien los últimos meses fueron una montaña rusa de emociones y el escenario era diferente a como lo imaginó en algún momento, no renegaba por eso. El destino le habló una vez más y no había mucho que hacer al respecto, ¿cierto?, nada más seguir y poner su mejor cara. De todas formas, cada momento, cada experiencia, cada risa o inquietud que corría por su mente como una película, serían conservados como un valioso tesoro que ahora le correspondía sellar en el baúl de los recuerdos.  

—La tinta se está regando —El chico encargado del puesto la hizo volver en sí cuando picó uno de sus hombros con insistencia. Seul de inmediato salió del trance, ruborizada a causa de su inocente accidente.  

—¡Ah! Cuánto lo siento, ¿puedo pedir otro, por favor —“Aquí tienes” intervino el muchacho y le entregó una cintilla del mismo color que la anterior, susurrándole: “buena elección, espero que tu deseo se haga realidad”—. Espero que sí, ¡gracias!  —exclamó, todavía algo avergonzada y encogiéndose de hombros en un gesto noble y desinteresado.  

Luego de colgar el papelito en el árbol, se encaminó a por un taiyaki relleno de anko que, calentito y junto a un vaso de té de cereza, alegró su paladar mientras disfrutaba del evento y del hermoso despliegue de luces, colores y sueños frente a sus ojos. ¿Su deseo se cumpliría? En el fondo ansiaba que sí, pero si no sucedía, no pasaba nada. Era su primera vez pidiéndole algo a las estrellas y le bastaba con lo especial y simbólico que fue.

 

Seul

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