疯子作家

Reviso estos papeles donde no encuentro un apunte nuevo. No hay una página reciente, una de mis letras chuecas, alguna palabra mal escrita. Tampoco están las oraciones incoherentes llenas de un dolor ya muy conocido. No están los párrafos sin sentido. No sé encuentra mi mano adolorida, ni mis dedos de huellas ardiendo bajo la intensidad de mi pluma.

No encontré en lo que fue mi lugar seguro protección, porque, inconscientemente, loco de amor, lo entregué otra vez. Entonces bajo la luz tenue, tras la mampara cubierta por una mala cortina —como aquella que molestaba con dolor tu descanso—, me hallo ahora. Desde hace meses que me prometí que de ahí no me movería hasta encontrar un solo pensamiento que no me susurrara más que repetitivos desenlaces pero estoy cansado, no puedo obligar a mis letras que abandonen el legado de lo que ha sido mi vida los últimos años así que lleno ahora las hojas en blanco de esta última historia.

Porque soy un escritor herido, que sobrevive maldito bajo el peso de un vacío menos caduco que la soledad, tan infinito como el universo. En este estado en el que me encuentro en la amalgama de mis pensamientos y con esta, mi catarsis, puedo decir que no tengo ya prejuicio por el amor intenso, menosprecio por el destino astrológico, ni odio hacia la cursilería. Todo lo que fuimos y seremos, más bien, hoy voluntariamente lo abandono.

Quizás ahora pueda comprender mejor el espacio allá afuera del que tanto sé hablar y del que guardo pasión. Tan comparable como el sentir de aquí adentro, tan equivalente hoy y siempre a solo palabras.

Es que eso pasa, no soy bueno especialmente para algo que no sean mis letras, sé hacer solo esto que es lo único que me genera emoción.

Yo soy solo un escritor.