Acá estoy, en calma y silencio,
lejos del ruido, del gris cemento.
Dejé el bondi, las calles angostas,
y esa rutina que tanto me ahoga.
No lloren por mí, que estoy tranquila,
la lucha diaria ya no lastima.
Era el peso de un alma cansada,
que decidió soltar la batalla.
Ahora soy sombra que cruza Corrientes,
una brisa leve entre tanta gente.
Soy el tango triste que toca un bandoneón,
el eco perdido en un callejón.
La muerte no duele, lo juro, che,
es como dormirse después del estrés.
Así que vivan, sigan sus pasos,
que yo me quedo en este descanso.
Cuando la noche pinte su calma,
piensen en mí, que estoy en su alma.
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