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cartografía de un espíritu silvestre

Dec 26, 2025

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cartografía de un espíritu silvestre
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se adentraba en la espesura con el sigilo de quien penetra en un santuario prohibido, dejando atrás el murmullo vacuo de la civilización para sumergirse en la exégesis del viento. no era un simple observador de la naturaleza, sino un devoto que hallaba en la esmeraldina penumbra de los bosques el único espejo capaz de reflejar la complejidad de su psique. para él, cada estado de ánimo encontraba su correspondencia exacta en los fenómenos de la tierra; cuando la angustia le oprimía el pecho, buscaba los acantilados donde el océano brama con una furia homérica, reconociendo en el choque de las olas contra el granito la misma lucha intestina que libraban sus anhelos contra la realidad.

caminaba sobre el mantillo húmedo con una reverencia casi religiosa, percibiendo que sus pies no pisaban suelo, sino una piel viva y latente. En los días en que la alegría lo desbordaba, su espíritu se tornaba efervescente como el polen que danza en los rayos de luz crepuscular, esa claridad tamizada que convierte el aire en oro líquido. identificaba su capacidad de amar con la ubicuidad de las raíces, que se extienden invisibles y tenaces bajo la superficie, sosteniendo con silenciosa firmeza la arquitectura del mundo. en su misticismo particular, no existía diferencia entre el fluir de su sangre y el curso de los manantiales subterráneos; ambos eran corrientes destinadas a la entrega, cauces que buscaban desesperadamente una comunión con lo infinito.

al caer la noche, cuando el firmamento se tornaba un lienzo de un azul insondable, él se recostaba sobre el musgo para contemplar la vastedad del cosmos con una humildad franciscana. allí, bajo el parpadeo sidéreo de constelaciones que han visto nacer y morir imperios, entendía que sus cuitas eran apenas briznas en una tempestad cósmica, una comprensión que no lo empequeñecía, sino que lo dotaba de una paz inefable. se sentía un fragmento de esa magna obra, una estrofa en el poema telúrico que la tierra recita a los cielos, y en esa entrega absoluta, en esa abnegación de su propio ego frente a la belleza indómita de lo silvestre, encontraba por fin la redención que los hombres jamás supieron otorgarle.

caramelado

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