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Hoy, sábado 6 de diciembre, tuve una conversación que terminó revelándome más sobre mí mismo que sobre lo que mi pareja intentaba decirme. Y no es algo tan superficial como afirmar que ahora sé qué hacer o que encontré la manera correcta de entender las cosas; la verdad es que aún no le encuentro forma. Solo distingo siluetas entre sombras, contornos que no logro comprender del todo, aunque lo deseo profundamente.

En su mente, el tiempo no es lineal: pasado, presente y futuro se cruzan y se confunden. Lo que ya vivió sigue doliendo ahora; lo que siente hoy se mezcla con lo que teme que vendrá mañana. A veces parece perderse, o quizá todavía no encuentra su camino.

Pero este escrito no busca explicarla a ella. Es mi forma sincera de decir cómo me siento. Cuando mi voz se quiebra, al menos mis palabras escritas hablan por mí sin temor.

Aún recuerdo con claridad el día en que reuní el valor para pronunciar una simple palabra que inició todo: “Hola”. Lo dije con la mejor intención, con ternura, queriendo que confiara en mí desde el primer momento. Con esos ojitos tan dulces y una sonrisa algo confundida, comenzamos a hablar, y ambos sentimos que había algo más que solo una conversación.

Ahora después de tanto tiempo, a veces la impotencia me nubla cuando escucho lo que me dice. No quiero sentirme así, pero ella tiene razón en algunas cosas. No soy su salvador ni su héroe, y tampoco quiero serlo. Solo deseo ser su compañero: alguien que esté a su lado cuando la tristeza la hunde tanto que pierde de vista la luz, cuando sus dudas y miedos se mezclan con cada recuerdo y cada futuro posible.

Y quiero que sepa algo: no me desgasto al amarla. No me desgasto al escucharla. No me canso de mirarla ni de estar con ella. Sí, a veces tengo miedo de lo que pueda pasar, pero está bien. Todo estará bien mientras pueda seguir a su lado.

Y aun con todo esto, quiero que sepas que mi amor por ti no nace de la necesidad ni del miedo, sino de una tranquilidad. Te amo no por lo que espero que seas mañana ni por lo que fuiste antes, sino por quien eres ahora, con tus luces y tus sombras, con tus dudas y tus momentos de claridad. Te amo con calma, sin exigir que seas perfecta, sin pedirte que tengas todas respuestas ahora y tampoco las tengo yo, sin esperar que cargues todo lo que te pesa sola. Te amo porque contigo aprendí que el amor no es una solución ni un refugio, sino un camino compartido donde dos personas deciden acompañarse incluso cuando duele, incluso cuando cuesta, incluso cuando el mundo se siente demasiado grande.