rememoro imaginar que junto a adalia la primera trastada a plena adolescencia sonó a bolero sabrosón, de aquellos bailados por mayores pegaditos y empalagosos musitando quererse en media borrachera honesta. bajo escasos focos laterales contuve la respiración, mi corazón bombeaba como manguera contra incendios y en las escaleras pasos de suaves zapatillas iban cortando camino hacia mí. me levanté sorprendiéndola, estrujando su pequeñita cintura y la arrastré conmigo a tierras fantasiosas multicolores. temía oler a sudor causándole asco pese a haberme tirado el frasco completito de colonia. me tranquilizó o eso creí cuando nuestros labios estuvieron libres mientras le acariciaba el ombligo, tenía la guatita plana y blanquita. en mi estado de agitación desabroché su uniforme, abriéndome espacio rumbo al sostén lila con lacito que cubría sus pechos. me enredé poco, admití, pero al conseguirlo le besé despacito los dos montículos tamaño naranjas. ella me quitó la camiseta oscura y temblé por enseñar los huesos de gato flaco, correspondió a mis caricias cual espejo. deslizando mi mano encontré una entrepierna húmeda y cálida, mi pantalón casi explotaba. y entonces, arrancándome dudas para accionar seguro, nomás, me frené un toque.
“¿de verdad pinta seguir?” por toda contestación ella metió la lengua en mi boca, el resto salió solito. aunque éramos novatos con ciertos movimientos la vaina fue fluyendo. ni anticipé guardarme preservativos, no supe prepararme y lo más certero era que vomitaría de puros nervios. necesité que adalia me guiase para entrar, que me diera confianza y la mejor sensación nunca proyectada siquiera en mis putos sueños. como voto de franqueza no duré demasiado, mas no englobaba gravedad, porque ella no cargaba con quién compararme. permanecimos sosegados, permitiéndole al reloj transcurrir sobre cuerpos laxos y adormilados. tuve miedo de preguntarle si le había gustado, si yo significaba candidato digno de pronta repetición. sin embargo, preferí desviar el tema a que humillarme.
“si regreso a casa, me espera un castigo bravísimo” me confesó ruborizada casi partiéndose de la risa, que puso de excusa culminar el trabajo grupal ordenado por la pringlin, las rayitas suplantando sus ojos y su tacto encima del mío aferrado rollo candado me hicieron añorar no ser soltado. si hubiesen cuestionado qué tragedia podía avecinarse o maneras de enviar al carajo el magnetismo, sencillo no localizaba resolución. únicamente a mi vieja horrorizada azotando la puerta descascarada. y evidentemente no estaría brincando en un pie o aplaudiendo la pérdida de castidad, descubrí pertinente su palidez pescando a adalia con el calzón a mitad de rodilla, falda desaliñada y senos expuestos. aún peor, a su retoño de cabello opaco alborotado, cuello marcado y totalmente pelado escondiendo la mollera cobarde. aquella oportunidad nos comimos pila de sermones y a mi madre invocando deidades. no obstante, di por asentado que en legítima curiosidad nada es delito.
Recomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.
Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión