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    𝐴𝑚𝑖𝑠𝑡𝑎𝑑𝑒𝑠 𝑦 𝑒𝑙 𝑑𝑒𝑠𝑒𝑜 𝑓𝑎𝑛𝑡𝑎𝑠𝑚𝑎 𝑑𝑒 𝑝𝑒𝑟𝑡𝑒𝑛𝑒𝑐𝑒𝑟.

    Cheeta

    May 20, 2025

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     𝐴𝑚𝑖𝑠𝑡𝑎𝑑𝑒𝑠 𝑦 𝑒𝑙 𝑑𝑒𝑠𝑒𝑜 𝑓𝑎𝑛𝑡𝑎𝑠𝑚𝑎 𝑑𝑒 𝑝𝑒𝑟𝑡𝑒𝑛𝑒𝑐𝑒𝑟.
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    El concepto de amistad se traza como un tablero de ajedrez.  Durante toda mi secundaria, sentí que estaba en jaquemate.

    No importaba qué piezas pensaba que serían las más óptimas o siquiera las que cuando era más chica suponía que eran las mejores por sus formas tan características, si era un caballo o una torre, incluso por las que los demás decían que eran mejores. Los peones pasaban a segundo plano, siendo aburridos y rígidos, destinados a ser tragados por iguales, o alguien más fuerte, como si no valieran nada. El rey aparentaba más de lo que hacía mientras que la reina se abría paso sin dudar para acabar con cualquiera de la manera que quisiera. 

    Yo siempre me he considerado un alfil. Pieza que se mueve en una línea firme y oblicua, nunca para adelante, o al menos, no de manera recta, si no en diagonal. Siendo capaz de acercarse al borde del tablero y volver al centro de tan solo un movimiento. Pero nunca teniendo la libertad para moverse como quisiera, como la reina. Nunca me sentí la reina de mi propio tablero y no es motivo de autocompasión, es simplemente el hecho de que nunca consideré  que mi perfil daba con el papel de ser la pieza más fuerte. La preferida por todos para ganar la partida. No era por falta de táctica, si no por falta de fé. 

    Así mismo, profundizando el superficial tema de las amistades, encontrar algo genuino sin hacerlo similar a un juego de probabilidades, preferencias y conveniencias tal como el ajedrez, se me está haciendo una tarea complicada. Desde mi perspectiva de mujer, en Argentina, todavía sobreviviendo a la secundaria y atribuyéndome a diferentes puntos de vista, desde amigas hasta familiares, llego a pensar que las relaciones son asquerosamente ambiguas. En la actualidad la idealización de las mismas, es la principal razón por la que esperamos tanto y recibimos tan poco, nos decepcionamos y nos frustra no ser priorizados, no ser valorados.

    Desde que tengo memoria tengo una fascinación por las películas RomCom también algunas del género Coming of Age. Tales como “Ladybird” “Las ventajas de ser invisible” entre otras.  Si es una mezcla de las dos, se vuelven mis favoritas. Como me pasó con “Si tuviera 30” o “Ni Idea”. En ellas resalta el amor divertido, quizás con algún que otro problema que en la mayoría de los casos termina resolviéndose. De ahí nacen temas clichés como “El romance adolescente” que todas ansiamos o el concepto de popularidad que se ve en las mismas. Pero lo que se quedó en mi cabeza, no creo que era el chico lindo que se terminaba interesando de alguna forma en la chica, si no, la chica que estaba para ayudar a la protagonista siempre que esta pidiera un consejo, una ayuda. Esta fórmula se quedó ya sea consciente o inconscientemente arraigada a mi cabeza. La forma en la que percibo las amistades: La amiga que escucha, la que dice que va a estar sin importar que pase, para siempre. Lo que nos dio el término de “Mejor amiga”.

    En base a ese concepto, inconscientemente hice una busqueda exhaustiva de ello. En chicas de mi edad, noto como siempre andamos buscando a quien considerar como mejor amistad. Buscamos esa amiga que sabe todo de nosotras, que nos escucharía todo lo que dijéramos, nos prestaria ropa, nos defenderia y podriamos contar con ella para todo. Y al no tenerla, aunque no lo queramos, anhelamos querer ser la favorita de alguien, la mejor para alguien. Esa necesidad de querer saber que alguien nos prefiere sobre las demás y que nosotras, vamos a tener a esa persona siempre que queramos.

    Algo similar pasa con los grupos. Lo que vemos en la superficie y que los medios nos afirman que si no tenemos, somos unas fracasadas que no somos lo suficientemente interesantes como para considerarnos parte de algo. Socializar es una necesidad para una persona, sea en el ámbito que sea, sea a la edad que sea, es una realidad para cualquiera que la soledad es uno de nuestros mayores miedos. Pero mucho más, en la adolescencia. Cuando pensás que estás siendo auténtica, poco a poco esa percepción de vos misma empieza a ser alterada, te usan para salir, para pedirte ropa y luego, se meten con tu novio o hablan mal de vos. Ahí es cuando el tablero se sacude el polvo. Lo más normal y lo que se debería hacer en todos los casos sería alejarse.  Lo que recomiendo que se opte por hacer. Pero la mayoría de veces, no es lo que sucede.

    Mi situación ameritaba mantener una convivencia en su mayoría en buenos términos. En excelentes términos. No porque quisiera, sino porque lo necesitaba. Resulta que si no sos igual, la soledad se vuelve tu realidad. Es mejor estar sola que mal acompañada, dicen. Pero nadie dice lo que es mal acompañar para no estar sola. Ahí entra la pieza austera, el peón del egoísmo y la torre de la necesidad. La parte de vos que estás dispuesta a dejar atrás para llenar esa necesidad fantasma, invisible pero presente.

    Por último, esto nos lleva al punto más importante y lo que yo creo que es lo más poderoso de las relaciones: Su relatividad está vinculada a la forma de vernos en ellas. Las personas dan lo que son y nosotros damos lo que quieran que vean, no lo que realmente somos. Las amistades son complicadas, complejas y frágiles. Lo agridulce esta entre bailar sobre la cinta como un equilibrista. Saber firmemente que tanto estamos dispuestos a arriesgarnos a ser vistos, a dejar nuestra espalda descubierta y simplemente como un juego tonto, dejarse caer en los brazos de la persona. O mantener esa distancia, ese silencio ruidoso que ante la ignorancia de su presencia, se queda entre nosotros tomando fotos hasta capturar lo que termine arruinando la amistad. Pensando o intuyendo que el otro piensa “Apenas haga esto, haré esto” y cuando finalmente lo hace, la ola de cariño vuelve. Y simplemente te das cuenta que a pesar del daño, de la confianza rota, quieres a esa persona en tu vida porque ya no te imaginas otro tipo de convivencia. Porque en el fondo, sabes que los chistes que diga te van a hacer reír.




    Cheeta

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