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우리의 사랑스러운 루미

Seul

Abr 30, 2025

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우리의 사랑스러운 루미
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❛미를 돌보는 것은 제가 가장 좋아하는 순간 중 하나입니다❜

2025년 4월 — 셋째 주

La tercera semana de abril se estaba sintiendo como una verdadera eternidad y eso que apenas habían pasado solo dos días desde que Adrien se fue de vacaciones. Los planes llevaban hechos desde hacía mucho tiempo y Seul mejor que nadie sabía cuánto necesitaba de darse un respiro para volver a conectar consigo mismo y así, poder regresar más despejado. Sin embargo, desde su posición, era difícil lidiar con extrañarlo y con la necesidad diaria de estar juntos, saber de él, compartir ocurrencias, risas o mimos, como también iniciar las mañanas preparándole algo y por la noche terminar bien acurrucados.

Aunque de momento no se habían establecido de manera fija u oficial en un lugar que fuera de los dos y al cual poder llamar su «hogar» —plan que ambos tenían contemplado para un futuro no tan lejano—, existían ocasiones en las que Seul adoptaba la costumbre de pasar los días en la residencia de su chico. Aquella nueva dinámica trajo consigo muchos cambios a los que se había habituado fácil y rápidamente, como también el nuevo estilo de vida y de convivencia en pareja, sobre todo porque aprendió a familiarizarse con el entorno de Adrien y la felina mascota que lo acompañaba: Lumi, la gatita naranja que de inmediato le robó el corazón.

La minina era preciosa, bien portada y gozaba de la energía propia de ser una cachorra, portándose juguetona y muy consentida. Además, congeniaba de maravilla con Yangchi —su fiel compañero canino—; ambos pasaban las tardes jugando en el patio de la enorme vivienda y cuando se cansaban, después de tomar agua, se acurrucaban juntos en el césped para tomar un poquito de sol. Por eso, no era extraño ver a la joven en la residencia Moretti durante esos días, pues a pesar de que la vergüenza estaba presente —por miedo a verse como una confianzuda—, se había encomendado a sí misma la tarea de cuidar y mimar a Lumi, estando pendiente de todas y cada una de sus atenciones: como sus horas de comer, jugar y el asearla también.

—¿Qué pasa, Lumi-ah? ¿Tienes hambre? —Las pupilas de la gatita se exorbitaron cuando le habló. ¿Estaba a gusto? ¿Ya sentía la confianza suficiente con ella como para avanzar por sí sola en dirección a su plato de comida pidiéndole el alimento? Jung se dirigió al pequeño mueble en la cocina en donde se encontraba la bolsa de croquetas, la tomó y caminó en dirección al platito, decorado con una huella, para servirle una buena y generosa ración —la última del día—. Y junto a este, llenó su depósito de agua y esperó a que la pequeña «michi» se acercara.

—Ven, ven, es tu comida, toma... —decía al llamarla con mucha calma y delicadeza para evitar que Yangie se despertara y distrajera a su naranja amiga con sus incansables ganas de jugar. Lumi de inmediato captó y entendió su intención comenzando a aproximarse sigilosamente, como decía aquella canción popular de «Los Aristogatos»: con ese swing que tienen los gatos al caminar. Hasta que empezó a comer y Seul premió su lomo con tenues caricias, fascinada con la tersidad de su pelaje aterciopelado. La escena era tan tierna que podría abalanzarse sobre la minina para tomarla en sus brazos y mimarla a besos, pero lo mejor fue dejarla comer hasta que su apetito quedara saciado.

Mientras la observaba alimentándose, Lumi hizo algo que hasta el momento no había sucedido en todas esas semanas familiarizándose. La mascota se alejó del plato y comenzó a merodear, ronroneando en los pies de la castaña. —¿Estás bien, amiga? —preguntó curiosa y se agachó lentamente hasta quedar en cuclillas. Extendiendo la mano derecha volvió a acariciarla, esta vez en medio de las puntiagudas orejas en alerta, llevándose varios «purrrs» como respuesta mientras la gatita frotaba su rostro sobre sus canillas. Lo disfrutaba con un gesto de serenidad y llevando a la mujer a un estado de absoluta y grata sorpresa.

Mientras los ronroneos persistían, llevó la mano libre hasta el bolsillo trasero en sus pantalones y es que cuando tomó la bolsa de comida, también sacó un tubo del snack cremoso que había comprado para la felina. Sabía que le gustaba y aquel era el momento perfecto para recompensarla por su buen comportamiento y ternura. Toda la vida, pese a ser una amante del mundo animal, había interactuado más con canes que con gatos y por eso, aquel se sentía como un logro para ella, sobre todo por lo maravillosa que era esa conexión genuina entre seres humanos y animales cuando estos se sentían seguros y en confianza. Ella jamás le haría daño y así como lo hacía con su perrito, iba a cuidarla.

—Cuando tu papá regrese se va poner celoso, juju —bromeó y la tomó en brazos, dándole un beso en la cabecita, justo en la zona donde había acariciado previamente—. Mientras tanto, vamos a tomarnos una foto para presumírsela, ya luego lo escucharemos renegar en vivo —Cargó con Lumi hacia el sofá, tumbándose y ella también sobre sus muslos. Yang despertó y se sumó a la escena pasando la patita sobre la «michi». Así, los tres quedaron retratados en la fotografía que le envió a su chico, que quizá no podría verla por la baja señal del lugar en el que se encontraba, pero que al volver sabría que los tres esperaban entusiastas por él, sobre todo Seul, en su anhelo por lanzarse a sus brazos y compartir sus aventuras mutuas.

Seul

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